David Frontela - Vía Pulchritudinis

Ganas de enredar

«Prohibir el aceite de palma no nos hará mejores mientras millones de personas mueran de hambre»

ABC

DAVID FRONTELA

Las capas de celofán sobe una vida nunca la hacen mejor. El románico surgió en los territorios más pobres, el gótico llegó para ensalzar la civilización y cuando nos dimos cuenta, todo se había llenado de escayolas barrocas. Acuérdense de aquello del dórico, jónico y corintio o el trasunto de unos que no ponían nada, otros dos volutas y los últimos hojas de acanto antes de que todo colapsara.

El siglo XX sirvió para acabar con la esclavitud, decir alto y fuerte que hombres y mujeres somos iguales, que la violencia de género es una realidad con la que hay que acabar, que el Estado había de ser laico, la democracia llegó a todo el orbe y la gente empezó a vivir bien más allá de comer, dormir y reproducirse. Todo esto no sólo es perfectible sino que tiene un camino inmenso por recorrer para convertirse en una realidad para todos. Sin embargo, hoy nos hemos empecinado en saltar del románico al barroco sin pasar por el gótico, del dórico al corintio sin solución de continuidad.

Mientras los negros siguen muriendo por ser negros o los hombres y mujeres sólo somos iguales ante la ley algunos han aprovechado su privilegiado empacho de libertad para iniciar una cruzada no por la dignidad como seres humanos sino por la eliminación de los genitales, las tendencias sexuales –casi siempre lícitas–, y cosas tan raras que a quienes todavía les quedan ganas de declararse feministas las convierten en retrógradas fascistas.

Estamos tan empachados que la cuadrilla de elitistas protestones ya no aboga por una república laica sino que estudian cómo acabar con los antaño todopoderosos católicos y se pasan de frenada colocándonos a Mahoma como paladín de la libertad. Eso son ganas de enredar.

Prohibir el aceite de palma no nos hará mejores mientras millones de personas mueren de hambre en sitios donde no pueden hacer un grupo de facebook para protestar por las grasas saturadas y el etiquetado eco.

Si pones al mismo nivel el derecho a cambiar una señal de tráfico sexista y el de no morir de hambre pasa lo que pasa; lo más fácil es cambiar las señales por unas que hacen tus cuñados. No confundir entre la defensa de los derechos humanos y el derecho a que te den una subvención.

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