David Frontela - VÍA PULCHRITUDINIS
España ha vuelto
España ha vuelto y mas democrática que nunca, sin cobrar los ERTE y con cuatro millones de almas en el paro. No lo olviden, lo que sale en la tele no es verdad y la gente está jodida
Una semana de Fase 1 en Castilla y León y la normalidad absoluta –nada de la nueva normalidad– ha vuelto para quedarse. Somos así. Las gentes campan por fin a sus anchas por grupos en los parques donde el clarete con gas triunfa y las canciones de Camela retumban insistentemente en lontananza. Nada de catas dirigidas por un estrella Michelín ni nada por el estilo. Vino en bota como cuando a los trenes y a los toros se iba con la merienda.
Transportes con olor a anchoas en vinagre y ni asomo de VTCs ni coches autodirigidos, los R-12 son los reyes. Que hay que fumar pues se fuma, que hay que hacer una «chapuza» en casa por el desgaste del confinamiento, pues que venga el cuñado y te lo arregle sin IVA y sin factura –bueno no, lo de los materiales–. Eso es la vida, es la nueva normalidad. España ha vuelto.
Los pisos en colmena –como con el desarrollismo de los 60– pero con perros y gatos, muchos perros y gatos. Las beatas en misa y que nadie le falte a la imagen de mi santo bajo amenaza de pena de muerte como en una reedición del nacionalcatolicismo que ni Isidro Gomá hubiera soñado.
No lo olviden, España ha vuelto y es más democrática que nunca. Los que se deleitan citando a Kavafis o a Neruda, los que saben distinguir un Ribera de un Rioja, los profesores en su santa santorum o la élite política y económica no son más que una birriosa minoría. España ha vuelto y mas democrática que nunca, sin cobrar los ERTE y con cuatro millones de almas en el paro. No lo olviden, lo que sale en la tele no es verdad y la gente está jodida, la mayoría de la gente está jodida y no tienen la suerte de ser como los emprendedores, los artistas, los intelectuales que decretan cómo somos y cómo deberíamos ser. Ahora ha vuelto la normalidad, ahora ha vuelto España y todos somos iguales porque las mascarillas han conseguido una cosa; todos somos tan ridículos como el vecino y, aunque lloriquees o quemes contenedores, no se te reconoce.