David Frontela - Vía Pulchritudinis

Algófobo

«Ya no hay sitio para ser hombre o mujer a secas porque si no tienes identidad sexual concreta eres un 'algófobo'».

ABC

David Frontela

Llevo una década diciendo que la civilización está tocando a su fin pero desde hace unos días me he dado cuenta de lo equivocado que estaba. Nuestra civilización no se está acabando, ya sucumbió hace años y lo que contemplamos son los estertores de un sistema que colapsó y que sigue adelante por inercia.

Empezamos con los periódicos sensacionalistas hace un siglo, dimos paso a las telenovelas y ahora convivimos con islas repletas de tentaciones. Los onanistas walkmans de los ochenta dejaron paso a los móviles y ahora Instagram nos ha hecho tan globales como incapaces de ver lo que ocurre a nuestro alrededor. Dejamos de leer en papel para pasarnos a los libros digitales y -ya extenuados por el cansancio de decir que leíamos- hoy jugamos a la Play mientras nuestros hijos lloran de hambre en una cocina repleta de comida ecofrendly.

Ya no hay sitio para ser hombre o mujer a secas porque si no tienes identidad sexual concreta eres un «algófobo». Si crees en Dios eres un reaccionario porque lo que mola es adorar un tipo de culo; antes el de las esqueléticas top model y ahora el del clan Kardashian. Ser espiritual lo puedes librar si compras algún curso de mindfulnes de a 50 euros la hora que sustituye sin decoro a San Agustín con el plus añadido de entrar en el sorteo de un piso en Torrevieja.

El mundo se acabó hace tiempo y ahora sólo por puro embrutecimiento resurgen los comportamientos tribales más arcaicos. Pintarse los pelos de colores, taladrarse el cuerpo y tatuarse ya lo hacían los incas antes de que nosotros lo imagináramos y ser hipster ya era un grado cuando de doce apóstoles sólo uno se abstuvo de la moda hace 2.000 años en Galilea. Antes cabía la posibilidad de estudiar y aunque «Quod natura non dat Salamanca non praestat» por lo menos conocías gentes de otros lugares mientras ahora sólo puedes aspirar a conocer al vecino, eso si, sin suspensos no vayamos a traumatizarnos.

Pensarán que no quiero que nada cambie, pues no, es que no estamos cambiando, simplemente estamos destruyendo sin aportar nada que no sea poner etiquetas de «algófobo» al disidente. Nuestra civilización consiguió elevar la esperanza de vida de los 30 a los 80 años gracias a la medicina que ahora dicen sólo es interés de las farmacéuticas y del capitalismo y que hay que volver a los remedios naturales. Mientras se consiguió que las mujeres pudieran votar hoy parece que a algunos les van a quitar ese derecho no se sabe muy bien en base a qué ¿creen de verdad que lo que me molestan son los cambios?

Lo dicho, me vuelvo al pueblo aunque ahora allí también corro el riesgo de encontrarme con un tipo con pantalones de cuadros que me pida que firme un manifiesto porque huele a vaca. ¿Qué se le va a hacer?

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