David Frontela - Vía Pulchritudinis
Activistas low cost
«No vale que los consumidores coreemos el nombre de Greta o exijamos que pongan música a las vacas para dormir si cuando llegamos al supermercado nos hacemos los suecos como Greta y sólo nos fijamos en el precio»
España se llenó hace menos de un año de gentes con pantalones de cuadros que se hincharon a hacerse selfies con los simpáticos habitantes -héroes decían entonces- de nuestro medio rural, de la España Vaciada.
Ahora, unos meses después, los de los pantalones de cuadros ya no creen que aquellos simpáticos ganaderos y agricultores lo sean tanto. Lo único nuevo es que han dicho alto y claro que les paguen la leche y la cebada a un precio digno. Ahora ya nadie quiere fotos; ni los políticos, ni los progres de turno. Ahora aquellas pancartas tras las que muchos se hicieron selfies ya no valen y a los que quedaron en segundo plano se les afea salir con la pancarta.
Su pecado es que luchan por seguir haciendo el pan y la leche que comemos cada día. Si pidieran dinero para hacer cine antifascista como Eduardo Casanova, volverían a tener focos, cámaras y, por qué no, alguna sustanciosa subvención amén del reconocimiento del respetable.
No soy muy de manifestaciones y poco sé del particular pero las cargas contra los agricultores son sintomáticas. Solo disiento de ellos en que en todas las concentraciones deberían llevar dos pancartas; una para exigir precios justos y otra para prohibir que nuestro medio rural y sus gentes vuelvan a ser utilizadas para hacerse fotos como quien se retrata haciendo turismo junto a un pigmeo gigante. Dinero y dignidad.
Los responsables, sin embargo, no son sólo políticos o sindicalistas. No vale que los consumidores coreemos el nombre de Greta o exijamos que pongan música a las vacas para dormir si cuando llegamos al supermercado nos hacemos los suecos como Greta y sólo nos fijamos en el precio. Lo que queremos y pregonamos tiene un valor y sería bueno que no lo pagaran siempre los mismos. Ser activista low cost está bien pero hemos de saber que con unos céntimos más por los productos de nuestro medio rural, la España vaciada dejará de vaciarse. Ese gesto permitirá cuidar mejor nuestro medio ambiente, nuestros ganaderos tocarán el clarinete a sus animales, el salario mínimo de los trabajadores del campo también podrá subir y, además, los urbanitas podremos volver al pueblo en verano como cuando éramos pequeños. No me digan que no merece la pena.