Vicente Ángel Pérez - Corazón de León

Don David

«Amor a su pueblo, sí, a su comarca y a sus raíces leonesas fue el tatuaje que David Álvarez llevó grabado en el corazón ya rendido»

EL último domingo de noviembre de 2013 se publicó, en esta misma página, un artículo sobre David Álvarez cuyo último párrafo rezaba: «Y a su edad, con el corazón malherido por los años y las penas, el hombre que levantó un emporio familiar que da trabajo a 80.000 personas se ve en los periódicos por mor de una disputa paterno-filial. El hombre que crió a siete hijos, que los educó y los empleó, sabe que en su cuna leonesa, a dos metros del paraíso de Lois, allí donde tiene ese molino de reposo en el arroyo de Dueñas, que va a dar al Esla, se le quiere y se le admira por todo lo que ha hecho por su tierra, e incluso por su familia».

Dos años después, a los ochenta y ocho de edad, ha muerto don David, como era conocido, con respeto, cariño y admiración, en su pueblo natal de Crémenes, allá por la Montaña leonesa, a dos metros de la nieve y donde ha sido enterrado en el cementerio que desde tiempo atrás conserva una placa de mármol: «La ampliación y el ornamiento de este cementerio fue realizada por David Álvarez y sus hijos a la memoria de su esposa y madre, María Mezquiriz Ganchegui, y por amor a su pueblo». Amor a su pueblo, sí, a su comarca y a sus raíces leonesas fue el tatuaje que David Álvarez llevó grabado en el corazón ya rendido.

Al don David de Crémenes lo han conocido ahora muchos españoles a través de las esquelas, los obituarios y las crónicas en los medios informativos. Su vida discurrió lejos de los focos, pese a su imperio empresarial. Fue el típico emprendedor (como ahora se dice) de la época, que de la nada y, a base de esfuerzo, trabajo, intuición y no poca sabiduría leonesa, la de los emigrantes que se buscaban la vida en la Vizcaya de los Altos Hornos, por ejemplo, creó, paso a paso, con humildad al tiempo que con sana ambición, empresas con las que no sólo alimentar a sus siete hijos sino a más de ochenta mil empleados. Su anonimato se rompió hace menos de un lustro cuando cinco de sus hijos le amargaron la corta vida que le quedaba al pretender jubilarlo y quedarse con el pastel. Dicen las crónicas que don David, pocos días antes de su muerte, reunió a todos los hijos y murió en paz familiar. De hecho, todos asistieron en la iglesia de Crémenes a su funeral y entierro.

No es momento de recordar rencillas familiares que nublarían la imagen que los vecinos y empleados de David Álvarez conservan del hombre que siempre presumió de su tierra, que contribuyó a su desarrollo y que presidía empresas, desde Eulen hasta las bodegas de Vega Sicilia, con la misma dedicación de sus años jóvenes, cuando fue a buscarse la vida a Bilbao.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación