Fernando Conde - Al pairo
La cultura del pacto
«Habrá que intentar renovar desde fuera lo que desde dentro no se puede (por deudas entre familias y clanes), o simplemente no se quiere»
España ha inaugurado hoy oficialmente una nueva etapa histórica, la de la cultura del pacto. Una etapa que ha tenido sus prolegómenos en los recientes comicios autonómicos y que, después de ayer, ha venido, al parecer, para quedarse. En Castilla y León, por ejemplo, ha sido una novedad que el gobierno no fuera de mayoría absoluta. Ahora ya solo hace falta que de novedad pasemos a renovación. Aquí Ciudadanos, como en otros lugares, ha permitido la gobernabilidad sin demasiadas intromisiones. Pero superada la reválida electoral de ayer, se hace necesario que lo que muchos ciudadanos -sin mayúscula- han expresado con su voto, se cumpla; es decir, evitar el anquilosamiento y la fosilización de las estructuras, de los equipos, de las formas y de las personas. Incluso, habrá que intentar renovar desde fuera lo que desde dentro no se puede (por deudas entre familias y clanes), o simplemente no se quiere.
Por primera vez en nuestra tierna democracia (los experimentos anteriores con las pinzas de peneuvistas y convergentes catalanes en realidad no fueron pactos sino secuestros), en España los ciudadanos vamos a experimentar lo que en otros países europeos es el pan nuestro de cada día. A partir de hoy aquí debe perpetuarse esa cultura del pacto que, en el fondo y por ahora más accidental que intencionalmente, los votantes hemos elegido. En otros países las segundas vueltas conceden la oportunidad de gobernar al partido más votado; aquí, los acuerdos con terceros van a tener un alcance similar. Esto debería tener un efecto inmediato sobre aspectos tan presentes ayer ante cada urna como la corrupción y el tancredismo. Porque, aunque hasta a la hora de corromperse, los pactos son posibles, no me negarán que siempre resultará menos fácil. Y en todo caso, esperemos que los partidos hayan aprendido la lección de que en España, ya, no todo vale.