Fernando Conde - Al pairo
Culrurales
«Lo de la inutilidad de las diputaciones atendiendo a criterios economicistas recuerda mucho al debate sobre las Humanidades en la Educación»
La celebración de «El Día de la Provincia» ha actualizado un año más el debate sobre la razón de ser y existir de las diputaciones. La pugna está entre quienes las consideran instituciones obsoletas y caduca(da)s y quienes las tienen por la única tabla de salvación para los pueblos, especialmente si, como ocurre con la legión castellano y leonesa, estos son pequeños. Lo de la inutilidad de las diputaciones atendiendo a criterios economicistas recuerda mucho al debate sobre las Humanidades en la Educación. Es evidente -o eso afirman algunos- que las Humanidades no son rentables y que el latín y el griego no cotizan en Bolsa ni la filosofía altera el PIB de ningún país. Pero los tres son imprescindibles para lograr aquello que cantaba Zorrilla en «El pueblo del porvenir: Quiero un pueblo con ciudades / donde tengan por recreo / institutos y museos / sociedad y sociedades...»
Y sociedad y sociedades, con contrastado gusto por la cultura, tienen algunos de nuestros pueblos gracias a la iniciativa privada, que no siempre es convenientemente abrazada por la res publica. En la provincia de Valladolid, al menos, hay tres o cuatro iniciativas -a las que un servidor ha bautizado como «culrurales»- que vienen a demostrar que, a poco que una mente inquieta se lo proponga, los pueblos, especialmente los pequeños, es decir, nuestra legión, lo agradecen sobremanera. Es el caso, por ejemplo y por orden de tamaño creciente, del Festival de Teatro Alternativo de Urones de Castroponce (113 almas); del Aula Museo de Paco Díez en Mucientes (708 almas en 2013); y de los Conciertos de la Estufa en Arrabal del Portillo (2.457 almas, contando villarriba y villabajo). Las tres, iniciativas culrurales de éxito como un servidor ha podido comprobar con sus propios oídos. Por eso, ahora más que nunca lo rural necesita cariño y amparo, aunque solo sea para que sobreviva lo culrural. ¡Qué lujo!