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Cuadros de esplendor

P. LAMBERTINI

Hasta el 22 de Mayo, podrá verse en el Museo Patio Herreriano de Valladolid una singular exposición sobre José Guerrero, comisariada por Francisco Baena, que fue discípulo del maestro y en la actualidad uno de sus máximos expertos. Una muestra antológica que supone un auténtico alarde espacial que sólo puede ofrecer un museo como el Herreriano. En tres salas amplísimas -la 3, la 4 y la 5- el arte moderno no sólo respira, sino que se muestra como es. No hace falta escudriñar tesoros. Aquí aparecen en su naturaleza exenta.

El retorno de Guerrero a Valladolid -aquí estuvo hace ahora 34 años con motivo del homenaje tributado a Jorge Guillén en 1982- está realmente plagada de novedades y revelaciones. En 72 obras -telas de distinto formato, papeles, collages, grabados, y carpetas- podemos ver la evolución del arte de Guerreo, y las grandes obras que lo consagraron, dentro y fuera de España, como un gran innovador de las formas y uno de los maestros que imprimió al color una dimensión metafísica y un tiro poético.

Aquí observamos cómo el artista no se conforma con la abstracción que se suponía omnímoda desde sus comienzos. En absoluto. Con su etapa figurativa -la primera de los inicios y la segunda que cuaja en el «bioformismo», años 40 a los 60- demuestra, como Picasso, que no sólo sabe dibujar y moldear las formas, sino que para él la materia es un repertorio de concreciones casi infinitas. Precisamente en estos años, Guerrero entabla relación directa con Jorge Guillén, y entonces -no es cuestión de influencias sino de arte relacionado que sigue su propio objetivo- la conjunción pictórica y la poética rearman hasta el final los planteamientos orgánicos y vitales de una abstracción luminosa.

Por esto mismo, cobra pleno sentido en esta gran exposición el apartado en el que dos figuras -el pintor Guerrero y el poeta Guillén- dialogan sobre arte. Las cartas, los poemas, y los grabados demuestran que hablan de lo mismo: que el arte libre se construye con naturaleza, y que palabras y colores se extraen por igual en las profundidades insondables o en las «brechas» más inhóspitas. De esa vibración poderosa proceden estos cuadros de esplendor que hay que ver como ocasión única. Ya en la inauguración se advirtió que algunas de esas obras -por sus grandes dimensiones y por los peligros que implica su complejo traslado- no saldrán más del Centro José Guerrero de Granada.

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