Una corza, el curioso visitante que trae de cabeza al cementerio de Valladolid

Desde el pasado mes de agosto campa a sus anchas entre los panteones del camposanto donde descansan, entre otras ilustres personalidades, el escritor Miguel Delibes, sin que se haya podido hacer nada por ahuyentarle

ABC

H. D.

Es más corriente verlos entre la frondosidad que rodea el bello cementerio de Highgate, en Londres, en cuyas tumbas de estilo victoriano descansan los restos de ilustres personajes como Karl Marx, George Elliot o los padres y hermanos de Charles Dickens, o también en alguna fotografía del imponente Cementerio Nacional de Arlington, Virginia, Estados Unidos, construido para los caídos en la Guerra de Secesión norteamericana. Pero en ningún caso, en un camposanto castellano. Es quizá por ello que desde hace unos meses -fue visto por primera vez en agosto- una joven corza trae de cabeza a los operarios y responsables de la empresa municipal que gestiona el cementerio de El Carmen de Valladolid.

De la existencia del curioso visitante tienen conocimiento desde el Seprona hasta el propio Ayuntamiento, pero de momento no han conseguido que el animal salga por donde entró, probablemente, deducen, la puerta más próxima al término municipal del colindante pueblo de Renedo, donde la presencia de estos cuadrúpedos se ha vuelto bastante habitual, fundamentalmente en la base militar localizada entre este pueblo vallisoletano y Cabezón de Pisuerga.

Aunque como se coló sigue siendo una incógnita, el animal parece encontrarse tan a gusto entre panteones anónimos y aquellos que pertenecen a ilustres personalidades de Valladolid como Pío del Rio Hortega, el alcalde Miguel Iscar o el más reciente escritor Miguel Delibes, curiosamente gran defensor de los animales y de la cultura cinegética, si bien es cierto que se deja fundamentalmente ver entre la parte histórica del camposanto, quizá porque hay ciertos espacios con más zonas verdes.

La bucólica imagen, sin embargo, no es tan del agrado de todos los visitantes, ya que en más de una ocasión han descubierto al animal comiéndose las flores recién puestas que adornaban algunas de las tumbas. Quizá obtener esta sencilla forma de obtener alimento, sobre todo estas semanas próximas a la celebración de Todos los Santos, es lo que hace al animal tener pocas ganas de abandonar el cementerio y volver a campar a sus anchas por los parajes del Valle del Esgueva.

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