Alejandro J. García Nistal - Noción personal
Corazón o cabeza
«No deberíamos caer en la frivolidad a la hora de decisiones que luego implican cosas importantes para el conjunto de la nación»
El próximo domingo los castellano y leoneses, como el resto de españoles, estamos llamados a las urnas en una repetición atípica de las elecciones generales de diciembre. En las jornadas finales de una larga campaña, que parece empezase hace dos años con las elecciones catalanas, que tantos quebraderos de cabeza han dado al resto de España y que prometen seguir marchitando la tranquilidad que debe presidir el trabajo y el futuro de nuestro país.
Precisamente el hastío. Cansancio hacia la política y todo lo que tiene que ver con ella ha propiciado que los pescadores a río revuelto se nos hayan colado por las fisuras de un sistema imperfecto y mejorable, pero el mejor que hemos tenido hasta ahora en la joven democracia española.
Por ello, el voto con el corazón no puede ser el emanado del odio, del frentismo, de la destrucción de lo que tanto esfuerzo ha costado levantar por varias generaciones precedentes. Tampoco puede sobrevenir por criterios superficiales versus bellezas de catálogos, simpatías o afinidades. Si por ello fuera, yo me iría -como lo he hecho- de vinos por el Barrio Húmedo en León con Zapatero, aunque confiaría los destinos de mi economía doméstica a gente más bien seria y fría como Aznar. Quiero decir que no deberíamos caer en la frivolidad a la hora de decisiones que luego implican cosas importantes para el conjunto de la nación.
El corazón nos pide marcha, eso es evidente, a este periodista y a miles de ciudadanos; pero la cabeza sabe que existe «por ahí arriba» un trabajo a medio hacer y en el que todos hemos arrimado el hombro o la cartera. El voto es libre, no faltaría más. Pero al igual que nos llenamos la boca con la reclamación de nuestros derechos deberíamos ser consecuentes con la parte alícuota de nuestras obligaciones. Esto es, votar. Votar con el corazón o con el cerebro.