Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos
Contar cuentas
«En los colegios deberían enseñar matemáticas y matemáticas para autónomos»
De mi primera profesora me acuerdo los días claros. A ella le debo, en parte, escribir hoy. Tanto se empeñó en que tuviera buena caligrafía que al final tomé el camino de ver mis textos estampados con tipografía de rotativa.
A mis profesores de matemáticas, después, les traje de cabeza. Yo era un desastre sin solución, ni aquí ni en Finlandia. Y si venía con suspenso a mis padres les insistía en que no importaba, que yo iba para escritor «en periódicos». Aunque la bronca era la similar. Cada año, cuando se falla el Premio Nadal, pienso lo mismo: «A ver cómo le explicó yo a mi madre que no me lo han dado». El verdadero regalo de Reyes sería ganarlo… Sin haberme presentado. Me he quejado siempre de mis genes, porque no me debió caer el de las habilidades matemáticas. Ese deben de haberlo heredado mis hermanos pequeños que todavía están a tiempo de recibir la Medalla Fields. O puede ser que no estudié en la Castilla y León de hoy, donde los zagales se equiparan a los finlandeses, nada más y nada menos, en cuestiones matemáticas. Nuestra región como primera de España en esta materia.
El problema de las matemáticas es la vida. En los colegios deberían enseñar matemáticas y matemáticas para autónomos, donde un profesor de economía, o de sentido común, se dedique a explicar que dos más dos no siempre son cuatro. Que siendo autónomo son tres, o dos y medio -porque uno es para Hacienda, o uno y medio. Según esté de grave la cosa-. Y no se dan cuenta de que las personas no sólo son números a cuadrar.
Como Wellington Dos Santos, nuevo premio Cossío de fotografía, que cerraba su bello discurso de agradecimiento diciendo que estaba al borde de las lágrimas por la emoción. «Pero no voy a llorar porque soy autónomo y los autónomos no lloran». Si no fuera por esos ratos.
Aquello de Larra de que «escribir en España es llorar»; todavía hoy.