Así fue la conquista del Alcázar de Segovia que dio el poder a las mujeres en tiempos de hombres

El barrio segoviano de Zamarramala celebra este fin de semana la fiesta de las Águedas tras la victoria con sello femenino en 1127

El Alcázar de Segovia ICAL

M. Gajate

Hay estrategias bélicas que leyendas y libros de historia perpetuaron como maestras, consiguieron burlar al enemigo con armas que iban más allá de la fuerza. El fin era traspasar sus barreras con engaños, véase el Caballo de Troya, o distracciones. Ésta fue la que los tercios segovianos usaron para tomar el Alcázar. Una hazaña que en tiempos en los que las mujeres estaban relegadas a un segundo plano fueron imprescindibles. Sin ellas no habría habido victoria y por eso, cada año, coincidiendo con la fiesta de la Águedas toman desde entonces el bastón de mando en el barrio segoviano de Zamarramala, reconociéndose su derecho a mandar e intervenir.

Corría el año 1227, cuando el Alcázar estaba ocupado por los sarracenos . La Epopeya narra que las zamarriegas se vistieron con sus mejores galas y entraron en la fortaleza formando una rueda de baile. Los guardias abandonaron sus puestos para unirse a la fiesta, momento que los tercios segovianos aprovecharon para tomar el castillo.

El Alcazar fue puesto a disposición del rey Alfonso VI y los Reyes de Castilla les concedieron exenciones, quintas y el alcaldesado. Conscientes del papel importante que jugaron la zamarriegas, se reconoció su valor dando origen a unos días festivos en los que ellas estarían al mando. Entonces el poder femenino se limitó con esta fiesta a dos días al año. Pasarían siglos hasta que de facto la igualdad cuajara y dejara ocupar a la mujer el espacio que quisiera en la sociedad y la política, pero aquél reconocimiento fue un primer paso, que en este barrio con vistas de ensueño a la capital del Acueducto defienden como «ejemplo».

1.207 años después la fiesta sigue viva y combina sus raíces con aspectos más modernos. Se celebra el 5 de febrero, día de Santa Águeda si cae en domingo, o se traslada al fin de semana posterior . El jueves anterior se acude ante la Alcaldía de Segovia a reclamar el bastón de mando y es el sábado por la tarde cuando arrancan los festejos con el nombramiento de las «alcaldesinas», título con el que se pretende ligar a las más pequeñas a la tradición. A continuación, se avisa casa por casa de la cercanía de la fiesta . El domingo tiene lugar la misa, procesión y visita al Alcázar, donde los abanderados juran en honor a Santa Águeda, sus esposas y madres, mientras las alcaldesa bailan al son de jota emulando a sus antepasadas.

Imagen de archivo de la «quema del pelele» ICAL

Matahombres

Después llega la entrega de nombramientos. En 1969 para dar modernidad a la fiesta se crearon los títulos de «El Ome Bueno e Leal», para quienes hayan trabajado por Zamarramala o Segovia capital en términos mas amplios; y «Matahombres de Oro» , un alfiler lardo de oro clavado en madera que antiguamente usaban las mujeres para sujetarse el refajo y defenderse de los hombres cuya compañía no deseaban en bailes y chanzas y con el que se reconoce actividades en favor de la mujer desde distintos ámbitos. Además, con las Águedas Honorarias se premia la implicación de algunas mujeres con la tradición o se invita a algunas ajenas a conocerla más profundamente.

La fiesta continúa con uno de los rituales mas populares: la quema del pelele, un muñeco relleno de paja, con la que las mujeres se mofaban de los hombres y aparcaban por unas horas sus tareas en un mundo en el que apenas tenían espacio de libertad. Era una epoca muy distinta. En el origen, la fiesta servía a las protagonistas de Zamarramala para liberarse del papel obligado de mujer y madre dedicada en exclusiva a su hogar y sometida en mayor o menor medida a la autoridad masculina y a unas normas sociales no muy igualitarias.

El lunes, día más calmado, es una gran oportunidad para presenciar desde la tranquilidad el ambiente y los trajes de las alcaldesas, que ese día deberán devolver el bastón de mando y regresar a su normalidad.

Fiesta de Interés Turístico Nacional , su tradición se hace más que patente en aspectos como el derecho a cobrar peaje por entrar en la villa, que solía consistir en una concesión real que se traducía en un complemento para la subsistencia de los hogares en ausencia de los hombres; o la vestimenta, cuyo secreto se traslada de generación en generación y cuya puesta lleva más de dos horas. El de alcaldesa es el más complejo. En sí mismo engloba símbolos de religiosidad, maternidad, ostentación y poder. Además, tienen como complemento la vara de madera cedida por la Alcaldía de Segovia, que en la actualidad ejerce una mujer.

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