'Comuneros. 500 años': Luz para entender el fenómeno «en su tiempo y circunstancias»

Enmarcada en el V Centenario de la Batalla de Villalar, abre hoy sus puertas en las Cortes esta «magna» muestra que reúne 150 piezas y está llamada a ser «uno de los grandes acontecimientos culturales de este 2021»

La muestra reúne 150 piezas y se podrá ver hasta el próximo 20 de septiembre en el vestíbulo de las Cortes HERAS

Henar Díaz

Diez años después de que el historiador e hispanista francés Joseph Pérez, uno de los mayores expertos sobre los hechos que definieron la Edad Moderna en España, comenzara a gestar el magno proyecto, y escasos meses después de su fallecimiento , ve la luz la exposición 'Comuneros. 500 años' con un doble objetivo: clarificar a través del arte y documentos «nunca reunidos en un mismo lugar hasta la fecha» uno de los periodos más oscuros y desconocidos de la Historia de nuestro país -el que abarca desde finales del siglo XV hasta el primer tercio del siglo XVI- y «crear un marco de comprensión del fenómeno comunero» con «una visión de equilibrio en la que no haya ni buenos ni malos».

La muestra que abre hoy sus puertas en el vestíbulo de las Cortes de Castilla y León, en Valladolid, es una de las principales propuestas para la conmemoración del V Centenario de la Batalla de Villalar en la que está embarcado la Fundación de Castilla y León, y está llamada a ser «uno de los grandes proyectos culturales de este 2021 en España», apuntó ayer con orgullo el presidente del Parlamento regional y de la citada Fundación, Luis Fuentes, quien concibe también el proyecto como «un gran escaparate abierto a Europa para mostrar el riquísimo patrimonio material e inmaterial que atesoramos en el territorio».

No en vano, significó también su comisario, Eliseo de Pablos, la exposición ha logrado concitar en un mismo espacio por primera vez piezas y documentos de todos los museos nacionales del país, entre los que citó El Prado, el Nacional de Escultura, el Museo del Ejército, el de Artes Decorativas y la Real Armería. A ellos se suman grandes instituciones como la Real Chancillería, la Biblioteca Nacional o el Archivo de Simancas, además de museos catedralicios y archivos diocesanos. Un total de 45 entidades prestadoras gracias a las cuales se han conseguido reunir «150 piezas de incalculable valor» en un espacio que ha tenido que ser remozado y acondicionado «ad hoc» para garantizar la conservación de las obras.

Cuatro ejes

La exhibición, que se extenderá hasta el próximo 20 de septiembre con las Cortes como única sede -se descartó finalmente que viajara a otras provincias-, se articula en torno a cuatro ejes: «Contra traydores y desleales», capítulo centrado en los orígenes del movimiento comunero; «Castilla en la encrucijada. La ruptura del equilibrio», donde se contextualiza la contienda bélica que terminó en la Batalla de Villalar; «El tiempo habitado», que sumerge al espectador en el arte, juegos, economía y vida cotidiana de aquella España del siglo XVI, y «La memoria recuperada. Memoria creada», con los diferentes movimientos e interpretaciones que se hicieron sobre el hecho histórico con posterioridad.

El recorrido comienza en una antesala, a modo de introducción, donde varios cilindros retroiluminados rescatan algunos fragmentos de la Ley Perpetua del Reino de Castilla, redactada en agosto de 1520 en la ciudad de Ávila y promulgada en septiembre de 1520 en Tordesillas por las Cortes, un documento de enorme valor, apuntó De Pablos, ya que está considerada como «la primera constitución democrática del mundo», y sirvió de inspiración, entre otras, a la Carta Magna de Estados Unidos, ratificada dos siglos después.

La capa de Basilea

Un retrato del emperador Maximiliano y su familia abre, a continuación, el primer capítulo, «Contra traydores y desleales» , que hace alusión a las acusaciones que vertían unos contra otros, realistas y comuneros, en el albor del conflicto. Cobran protagonismo en este apartado los personajes de ambos bandos, representados por objetos personales como el amito del Cardenal Cisneros -nunca antes exhibido-; la medalla diseñada para Carlos V por Alberto Durero, artista que luego trabajó asiduamente para el monarca, o el pendón que portaba Francisco Maldonado durante la batalla de Villalar, que sirvió también para trasladar el cuerpo de Juan de Padilla cuando lo llevaron a enterrar a Salamanca.

Colgados de los muros del vestíbulo también se pueden admirar en este capítulo las piezas más grandes de la exposición, tres tapices, dos de los cuales pertenecen a la Catedral de Zamora y eran propiedad del conde de Tendilla, padre de María Pacheco.

El Museo del Ejército y la Real Armería son los principales donantes de las piezas exhibidas en el segundo capítulo, «Castilla en la encrucijada», centrado en el propio conflicto bélico y que reúne una muestra de los curiosos atuendos de los contendientes (desde coseletes a celadas) hasta armas que portaron en el campo de batalla como espadas, ballestas o el propio cañón con el que la familia Fonseca se defendió de los comuneros en el Castillo de Coca (Segovia), y cuyo peso, que excede los 900 kilos, ha obligado a los montadores de la exposición a colocarlo en horizontal para que no se hundiera el suelo, comentó el comisario entre las curiosidades. También las monedas acuñadas durante la contienda, con la efigie de la reina Juana por expreso deseo de Carlos V, por temor a que perdieran valor o su imagen se deteriorara, comentó también De Pablos.

El tambor de Juan Bravo

Pero, sin duda, las piezas más cruciales de este capítulo la conforman los decretos de excomunión de los comuneros, la sentencia y la condena de Bravo, Padilla y Maldonado , así como los pleitos derivados de la batalla.Quizá de menor valor aunque igual de significativas son las piezas que se exhiben en el apartado «El tiempo habitado», que sumerge al espectador en las artes, los juegos, la economía y la vida cotidiana de la España de finales del siglo XV, entre cuyas peculiaridades Eliseo de Pablos destacó la afición al ajedrez de la aristocracia -se exhibe un peculiar tratado-, así como a la música -con un cancionero «único en el mundo», perteneciente a la Catedral de Segovia, que recopila temas en cinco idiomas de grandes compositores de entonces como Juan del Encina-. Se suman a este capítulo una de las primeras letras de cambio que se conservan en todo el mundo, objetos pertenecientes a la fe y la devoción como paternas, cálices o el relieve «San Jerónimo penitente», de Diego de Siloé, así como otros utensilios cotidianos como una silla y una arqueta restaurada para la ocasión.

Lienzo icónico

El recorrido concluye en el capítulo «Memoria recuperada, memoria creada», que preside la que es la obra estrella de la muestra, el icónico lienzo «Los comuneros en el patíbulo», de Antonio Gisbert , que habitualmente se encuentra en el Congreso de los Diputados. Está custodiado por otras dos estupendas pinturas pertenecientes también al Museo del Prado y que tienen a la reina Juana como protagonista. La intención de este bloque ha sido recuperar el renacer que vivió el movimiento comunero con motivo de su tercer y cuarto centenario, así como el acercamiento que ha habido a él ya en pleno siglo XX. Para ello, junto a los lienzos se pueden ver en una vitrina, entre otras singularidades, el libreto original de la obra teatral «Los comuneros», de Ana Diosdado, o un ejemplar del romance homónimo escrito por Luis López Álvarez, que sirvió de inspiración al tema que hizo luego el Nuevo Mester de Juglaría, del que se puede contemplar la maqueta de la primera grabación.

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