Educación

Colegios sostenibles: la mejor huella del futuro

Los centros escolares acogidos al sello ambiental usan su entorno no solo para educar en competencias clave sino también en valores de respeto ambiental

Los escolares del CEIP Virgen de Sacedón también apuestan por cuidar el planeta a la vez que aprenden FOTOS: ABC

C. Rosado

A los escolares del CEIP Miguel Delibes de Valladolid no se les escapa nada sobre distintas especies de plantas y cultivos. La siembra, el cuidado y la recolección en el huerto del colegio forman parte de su día a día y con ello también aprenden competencias clave para su futuro: aplican las matemáticas, las ciencias y hasta la materia de lengua para ello. Es uno de los 44 centros distinguidos con el sello ambiental «Centro Educativo Sostenible» , que concede la Consejería de Fomento y Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León, en colaboración con la Consejería de Educación, para reconocer sus programas de educación y gestión ambientales.

La jefa de estudios de este colegio y coordinadora de todo este programa ambiental, Paz del Pico Gato, recuerda cómo era el centro hace cuatro años cuando llegó a él. «No era el mismo; había dos bancales con escombros de obra y ahora no parece un colegio al uso, casi parece un jardín botánico porque todo en él es naturaleza». Ella venía de trabajar en Logroño en programas de sostenibilidad en colegios y decidió «sembrar» una semilla de cambio en este centro vallisoletano. Llevaba a ratos a los niños al huerto y con ello daba clase para que los niños adquirieran conocimientos y competencias clave. Entonces «se vio que aprendían muchísimo añadiendo valores de ecología» y con 27 unidades de que dispone el colegio la idea creció tanto que fue necesitando ayuda. Con el AMPA del centro presentaron un proyecto al certamen de Acción Social de Michelín y ganaron 5.000 euros con los que crear un aula medioambiental. Hoy tienen el proyecto de centro «Read, think...Grow», con el que obtuvieron el sello de la Junta -son centro British y todas las materias se dan en los dos idiomas, inglés y español-.

Tal como establece el requisito para obtener el sello del Gobierno regional a la sostenibilidad del centro, éste dispone de un plan de gestión y otro educativo en medio ambiente, que están relacionados y forman parte de ese gran proyecto de centro. Tras hacer un diagnóstico de su consumo de energía, de agua, sobre el ruido o la gestión de residuos, han ido aplicando mejoras como el uso de luces led, aunque este año el Covid-19 les haga perder energía por la necesaria ventilación de las aulas y espacios.

«Brigadillas ambientales»

De la mano «en todo» con el AMPA, como recalca Del Pico, ahora disponen de un invernadero que les permite salir al huerto todo el curso, incluso los meses del frío invierno de Valladolid. Los alumnos apadrinan plantas y forman «brigadillas ambientales» que en los recreos recogen los restos y residuos del almuerzo. Otros montan las mesas del invernadero y aplican sus conocimientos de matemáticas y ciencias. Todo ello les valió también el Premio Acción Magistral como AMPA y una mención para el centro. Su biblioteca, que forma parte del proyecto, también han sido reconocida por la Junta de Castilla y León.

«¿Sabes la de huertos que han hecho estos niños con sus abuelos y sus tíos en el pueblo a raíz de esto?», comenta Paz del Pico. Para ella, estos programas permiten trabajar «todas las competencias del currículo», pero hay un plus: «La educación ambiental tienen que ser un pilar fundamental, porque hemos ido muy deprisa en innovación y en tecnología, pero hemos abandonado lo que nos sostiene, que es la Tierra y solo tenemos ésta». Así, en la pandemia hicieron un reto con los chavales mediante un vídeo que trabajaron desde música y educación física y con el que ella les decía que ese confinamiento «servía para que vieran que la Tierra se curó en 3 meses, que el cielo estaba limpio, que un cambio es posible».

Con el mismo entusiasmo por dejar la mejor huella ecológica en sus alumnos trabajan los docentes del CEIP Virgen de Sacedón de Pedrajas de San Esteban (Valladolid). Su directora, Aránzazu Delgado, comenta que «los grandes promotores del cambio son los niños y si ellos lo tienen claro, todo su entorno, sus padres, su familia, se movilizan con ellos». Este colegio, que cuenta con el sello concedido por la Junta, dispone de «Salacia», un gran proyecto de centro, en el que se engloban sus planes de gestión y educación ambiental. Rocío Gómez Vizcaíno, una de las coordinadoras del proyecto en el colegio, explica que en él se trabajan los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. El respeto al medio ambiente que los rodea, la mitigación del cambio climático, la economía circular, la inclusión educativa, son principios que trabajan junto a las competencias del currículo escolar gracias a este proyecto.

Estos centros tratan de mejorar su gestión de recursos como el agua o la energía

Disponen de un huerto, llevan a cabo una naturalización de su patio, reutilizan residuos como los de madera y pluviales, y fomentan también la biodiversidad con casas-nido para que más pájaros sean también sus compañeros en este viaje educativo, además de haber creado hoteles para insectos. Asimismo, son frecuentes las salidas al aire libre en las que explicar las materias y los conocimientos que deben adquirir los niños, pero de otra forma, aplicándolos al entorno. «Hemos hecho batidas de limpieza del pinar, campañas de concienciación en los comercios para disminuir el uso de bolsas de plástico y una Navidad hicimos una campaña para favorecer el consumo local, de cercanía», para que los chavales fueran conscientes, pero también la sociedad, de la huella de carbono que cada uno deja al consumir, comenta Rocío.

El huerto del CEIP Miguel Delibes de Valladolid forma parte de su proyecto docente

Para esta maestra, «se trata de que ese cambio sea un beneficio no solo para el colegio, sino también para nuestro entorno y municipio» y que, a la vez, represente una enseñanza para los niños porque «se trabajan competencias para la vida, para que vean que sus aprendizajes sirven para algo, para mejorar su territorio y lograr quizá más arraigo a él; a lo mejor muchos, aunque se marchen, luego vuelven a su pueblo o forman aquí su familia».

El cole donde estudié

Rocío Gómez cuenta que «es una labor muy oscura, que supone esfuerzo», pero que es «muy gratificante ver la motivación de los niños, los avances» en su rendimiento, y una satisfacción «porque es el cole donde yo estudié y donde estudian mis hijos, una parte importantísima de mi vida».

Quienes también inciden en ese arraigo a su territorio son los docentes y escolares del CEIP Valentín García Yebra de Ponferrada: han participado en repoblaciones y plantaciones de árboles promovidas por el Ayuntamiento ponferradino y también disponen de un huerto. Al mismo tiempo, su plan de educación ambiental contempla el trabajo en torno a los años internacionales que promueve la ONU, como el de Erradicación del Trabajo Infantil.

Los escolares aprenden matemáticas, ciencias o lengua en el entorno del colegio

Su plan de gestión incluyó un estudio de impacto ambiental del colegio: desde el agua que gastaban a los desechos que producían y los escolares participaron incluso anotando qué comían en sus almuerzos del recreo. Primera enseñanza aprendida: al final de mes hacían un recuento de envoltorios de bocadillos y observaron que iban descendiendo hasta el punto de que «ahora traen sus fiambreritas, que vienen y vuelven a casa cada día», afirma Rosario López Vilor, jefa de estudios y coordinadora del proyecto. Asegura también que «los niños son unos evaluadores natos y en el consumo de agua, ellos mismo se vigilan» para que nadie derroche el líquido de la vida.

Los escolares mayores enseñan a los niños de Infantil en el recreo los mejores hábitos para cuidar el medio ambiente, mediante teatrillos en los que se visten para la ocasión, y también realizan juegos tradicionales que invitan a todos al movimiento saludable, a saltar y correr, como antaño se hacía en cada patio de colegio.

Premio en Francia

«Partimos de una justificación, nuestra implicación con el entorno, nuestro impacto en el medio ambiente y la huella que dejaremos», manifiesta Rosario López. Unos esfuerzos que ya han dejado una positiva «huella» internacional. Acaban de recibir el primer premio a la promoción de la salud ambiental que entrega la Academia Nacional de Farmacia de Francia , «un reconocimiento a ese trabajo que no se ve, que son actividades laboriosas y que tienes que preparar», explica, a la vez que añade que «todo lo que sea participación activa a los niños les encanta. Solo hay que ofrecerles y se vuelcan con mucho entusiasmo».Para esta maestra, «hay que promover modelos de vida sana y teniendo en cuenta que el aprendizaje en la infancia es la base, donde aprendemos las condiciones que desarrollaremos a lo largo de la vida, las buenas y las malas». O como señala Paz del Pico: «Con pequeñas acciones se generan grandes cambios».

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