Antonio Piedra - No somos nadie
Cobardía
El atentado en Londres que se ha llevado por delante a un español de la talla de Ignacio Echeverría, y que, por fin, descansa entre los suyos en casa, en este planeta
En Castilla y León llevamos tiempo, desde los inicios de la Democracia, enfrentándonos al terrorismo. Hemos puesto tantas víctimas -algunas nunca han visto la justicia-, que ya forman parte de la resistencia normal o combativa. Cada nuevo asesinato, aunque no sea originario de aquí, forma parte de esta misma reivindicación que no cesa y, como escribía Zorrilla en el Tenorio, se filtra por las paredes de nuestras casas. Algunos, como el que suscribe -y ahí están las hemerotecas-, nos hemos hecho viejos escribiendo, señalando, increpando, avergonzándonos de la clase política y de los políticos, y saliendo a la calle para denunciar a los asesinos y para estar con las víctimas.
Hoy vuelvo a hacerlo con motivo del atentado en Londres que se ha llevado por delante a un español de la talla de Ignacio Echeverría, y que desde ayer, por fin, descansa entre los suyos en casa, en este planeta. Lo de este joven sin complejos -asesinado por la espalda y maltratado hasta la infamia por las autoridades inglesas-, clama al cielo. Lo prodigioso e inenarrable del caso es que este valiente, con un arma tan peligrosa como un monopatín, no sólo contuvo una masacre con su cuerpo, sino que ha dejado a los políticos ingleses asimilados al peor betún del fascismo, a la policía londinense hundida en las letrinas más infectas de la inoperancia y de la inutilidad más cobarde, y a los terroristas islámicos retratados como lo que son: una secta de vampiros que, en nombre de Alá, hacen de la humanidad un festín repugnante, indiscriminado, degradante y totalitario.
La derrota de la señora May en las urnas -gobernará pero no como la prima populista de Maduro-, causa alegría, y supone un acto vengativo y reparador de aquellos ingleses que aún conservan un rasgo de humanidad entre sus venas y un poco de decencia en las manos como parte de la ética. Esta señora o lo que sea, que quería ganar las elecciones igual que los terroristas -arrasando como fuera-, ha sido la única responsable del calvario gratuito que han sufrido las víctimas del atentado de Londres, y sobre todo la familia de Ignacio Echeverría.
En su ambición desmedida y sin entrañas ordenó que Ignacio, y las demás víctimas, desaparecieran del mapa mientras se votaba. ¿No eran estétic@s en campaña? A May sólo le faltó lo que a esa candidata socialista en Francia: pedir el voto ataviada con el velo islámico como si los terroristas votaran. Y claro, los ingleses votaron como si esa sospecha fuera el té que se sirve en el número 10 de Downing Street. Y mientras esto le sucedía a May, el monopatín de Ignacio se ha convertido en el arma arrojadiza en el mundo de los libres, de los jóvenes con valientes, de los ciudadanos sin complejos, y en el grito de los poetas: Tu monopatín ya es frontera, Ignacio:/ política y terroristas de un lado,/ del otro tú, pura esencia del rayo.
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