Ciudadanos

A la mayoría de las personas la situación política nacional les aburre. Han desconectado. Han conformado una idea de batiburrillo e intereses personales o partidistas sin solución. En este escenario la formación Ciudadanos es la que se ha mostrado más cambiante por cuanto es la única que se ha movido en la foto fija en la que se han quedado el resto de partidos.

Nacida en Barcelona, por lo tanto catalana, y con un líder claro, Alberto Rivera, se le tiene como una alternativa catalano-españolista. De hecho, ya se han publicado amplios informes sobre la supuesta financiación de empresas catalanas de implantación nacional e internacional. En un momento abanderaron la estética de los chicos sanos y normales, frente a las huestes, a propósito, harapientas de los podemitas. La idea de la nueva y moderna derecha, incluso de resucitar aquel viejo invento del Reformismo de Roca i Unió, parecía que iba a llevarse por delante al Partido Popular.

En España, también en Castilla y León, Ciudadanos ha entrado con fuerza, pero menos de lo que en un principio se pensó. Su estrategia de pactos de gobernabilidad con PP y con PSOE le han brindado una flexibilidad que, en tiempos de posturas enrocadas, tiene como parte positiva el facilitar gobiernos, pero como negativa que ser bisagra suele traer consigo el anclaje en un papel secundario de por vida. O mientras dure.

Si a nivel nacional hay un líder claro, con un programa nebuloso y una inclinación manifiesta hacia la izquierda; a nivel regional las cosas se complican. La democratización, la transparencia que piden e incluso su futuro crecimiento o frenazo electoral está por ver.

Los castellanos y leoneses somos gente clara y no nos gustan ni queremos saber nada de enredos. O se es catalanista o español, o con la gaviota o con la rosa, o con nuestros pueblos y diputaciones o en contra.