José Gabriel Antuñano - El callejón del gato
La ciudad de los prodigios
«Saravia, profesor y concejal de urbanismo, se ve que ha dedicado tiempo a estudiar con anterioridad al llegar al cargo un planeamiento urbano»
Valladolid sufrió una fuerte agresión arquitectónica y urbanística en las dos décadas iniciales de postguerra, y continuó en época del desarrollismo con un crecimiento periférico y nuclear en barrios, que amurallaron la vieja ciudad, para recoger a la población de aluvión, que llegaba atraída por las primeras industrias. El resultado, una ciudad desestructurada, con patrimonio arquitectónico de valor, pero disperso y con urbanismo arbitrario. Ni Bolaños ni León de la Riva acometieron una reforma urbanística a fondo: pusieron parches, adecentaron la ciudad, más el segundo que el primero, y ambos combinaron aciertos con horteradas urbanísticas, que hieren la sensibilidad. Saravia, profesor y concejal de urbanismo, se ve que ha dedicado tiempo a estudiar con anterioridad al llegar al cargo un planeamiento urbano, para transformar Valladolid en una ciudad agradable y humana.
El paseo que articulará la ciudad de este a oeste, las plazas, concebidas como lugar de encuentro de los ciudadanos y la edificación en el interior del perímetro de la ronda de circunvalación, son soluciones sencillas y viables, que conviven con otras más ambiciosas: el soterramiento, la ciudad de la Justicia en San Pablo, el gran auditorio en la Feria de Muestras, los barrios con zonas verdes y las viviendas sociales sin concentración, estas últimas con un presupuesto de 2 millones de euros que se antoja testimonial. Con la lección aprendida, conoce que un proyecto sin memoria económica es papel mojado. Por este motivo, ha lanzado propuestas de permutas con particulares, la administración o empresas públicas. Sin conversaciones, ni acuerdos previos parecen brindis al sol para obrar prodigios en la ciudad, máxime cuando el alcalde no es buen gestor.