Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos

Cerrado por mala suerte

«Hay locales que no tienen otro interés comercial que el de ser tiendas abandonadas y lo compaginan con breves temporadas de intrusismo de negocios que buscan suicidarse»

GUILLERMO GARABITO

En las ciudades, al amanecer, van desperezándose locales que levantan sus rejas como un bostezo sostenido durante el horario comercial. Después hay otros que no abren ya nunca y viven en un estado permanente de abandono. En una situación atemporal de fin de semana, pero con más polvo. Hay locales que no tienen otro interés comercial que el de ser tiendas abandonadas y lo compaginan con breves temporadas de intrusismo de negocios que buscan suicidarse.

Hay negocios que buscan expresamente suicidarse. Son empresas que se sabe de antemano que irán mal desde que anuncian su «próxima apertura», sin necesidad siquiera de saber si venderán medias o champán. No sé explica de otra manera que vayan a instalarse justamente en alguno de estos locales gafados. Desde hace un tiempo voy fijándome en estos locales a los que en su día miró un tuerto y que ahora acogen y deshacen negocios con el mismo frenesí.

Todos son iguales y cada uno es distinto a su manera. Recuerdo uno en concreto por el que pasaba cada mañana camino de la universidad. Tenía pinta de llevar cerrado desde antes incluso de que se proyectara el edificio. Y me acuerdo porque dentro del local vivía una familia de patos y un dóberman. Un dóberman de esos con cara de pocos amigos que puede que también fuera familia porque nunca se comió ninguno de los patos… que yo sepa. Luego, un día cualquiera, le pusieron persianas al escaparate convertido en zoológico. Y hasta hoy.

Cada vez tengo la pulsión más certera de que hasta Apple se hundiría si instalase su sede en alguno de los locales de los que escribo.

Después está ese otro entretenimiento de irles eligiendo mentalmente un negocio a cada uno de estos garitos sin suerte. Una especie de ley de segundas oportunidades para establecimientos vencidos por la vida que, si por mi fuera, siempre terminarían convertidos en librerías. Aunque más temprano que tarde también se verían obligadas a cerrar.

Cerrado por mala suerte

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