Artes&Letras
La centralidad histórica
E n el 2011, el investigador vallisoletano, Enrique Orduña Rebollo -ex profesor de Derecho Administrativo en la Universidad Carlos III de Madrid-, publicó un interesante compendio titulado La nación española, jalones históricos. Para rematar la visión de la España vertebrada, edita ahora la Historia del Estado español. Si oportunas fueron las marcas de una historia postergada por la inepcia del actual sistema educativo español que, como denunciaba Platón, usa «legía para borrar» identidades que otros juzgarían épicas -República, 430, a-, también lo son estos mojones en los que la nación más vieja de Europa articuló un estado moderno, a pesar de políticos caníbales que en la actualidad quieren zampárselo por el artículo 33.
El prólogo de Ramón Parada nos sitúa ante una verdad incómoda: la «centralización política y administrativa» que satanizan los soberanistas para imponer su propia centralidad. Qué poco se ha avanzado en este sentido. Ya en 1905 -lo recuerda Parada- Montero Ríos, siendo presidente del Gobierno, echó el primer órdago al desaguisado nacionalista: «Nada que directa o indirectamente contraríe esa unidad y esa personalidad, puede ni este Gobierno ni creo que ningún español tolerar». Un fracaso rotundo donde la descentralización apunta directamente al caos. Y en estas aporías seguimos en 2015 hasta el cansancio más agotador.
En 880 páginas bien compactas -nada de concesiones al santoral iconográfico-, el profesor Orduña hace un análisis macizo y certero, irreprochable y eminentemente histórico de las vicisitudes del Estado español como entidad moderna que ha unido a todos los españoles. En la primera parte, que recala en el germen de estado moderno que idearon los Reyes Católicos y ampliaron los Austria, ya aparece la centralización con hacienda pública, una justicia que cruzó el Atlántico, un control del poder, un ejército como avalista, y unos servicios públicos nada desdeñables.
Excepcionales la segunda y tercera parte del libro donde aparece la voluntad administrativa y jurídica de un estado moderno que, desde el siglo XVIII, ha llegado en la práctica hasta nuestros días. Con el siglo XX y XXI -cuarta y quinta parte- la utopía liberal del XIX toma una deriva dramática enmarcada por guerras, reformas, el periodo franquista, y la Transición que propicia la descentralización del Estado a favor de las autonomías. En suma, hablamos de un libro necesario que, como vademécum de cabecera, deberían consultar con detenimiento los políticos españoles de ahora mismo. Insuflados como están de reformismo voluntarista, todo apunta a un fracaso colectivo. Y la razón se evidencia en este libro de investigación rigurosa: construir un estado dura siglos, destruirlo unas horas.