Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos
Castilla al sol
«Con estos datos no habría que preocuparse solamente de los pueblos, sino del solar patrio entero»
España se ha ido de vacaciones. A Pedro Sánchez le dijo Begoña la noche del 26-J, con el escrutinio en marcha: «Pedro, no llegaremos a ir a Doñana pero la playa no nos la quita nadie.» Y se fueron a Mojacar, él disfrazado de Leonardo DiCaprio y con la estabilidad política del país en pañales. En verano se paran las negociaciones y hasta la vida. Sólo resucita la de los pueblos que dejan de preocuparse momentaneamente por la despoblación en este repunte estacional de niños que corren y juegan a la sombra de algún sauce. «No hay otra resurrección de la carne que el verano», escribió Umbral. Y con razón.
Me dijo el alcalde de un pueblo de Tierra de Campos que ese era el futuro que les espera a muchos municipios, una vida estacional. Resucitar en verano. Quizá no sea únicamente culpa de este suicidio demográfico que lleva no sólo Castilla y León, sino toda España, donde los nacimientos van a terminar por ser un mito. Nacimientos que van a la baja desde los años ochenta. Y con estos datos no habría que preocuparse solamente de los pueblos, sino del solar patrio entero. Me decía este alcalde que los agricultores ya sólo van por la mañana, trabajaban las tierras y se vuelven a la ciudad por la noche.
Vivir en el campo es difícil. Y caro. Les hay que dicen que es más barato; me río yo. En estos pueblos nuestros de Castilla el invierno es duro y las tardes cortas.
A La Mudarra me escapo para escribir. O por escaparme, sencillamente. Huyo para alargar las noches en el jardín entre el canto de las grillos y mientras se intuye «como la vida se para / como la vida se pasa.» Y va un artículo y después otro, que es la única medida efectiva del tiempo.
Las bicicletas son para el verano, dijo Fernando Fernán Gómez. Y yo digo que los pueblos son para verano.