Artes&Letras / Libros

Casi un contexto literario y humano

José Ignacio García combina diversas técnicas narrativas en su libro de relatos «Algunas historias no sirven para escribir canciones de amor»

El autor José Ignacio García CARMEN BORREGO

NICOLÁS MIÑAMBRES

Finalizada la lectura, esta es la sensación del libro, repleto de un intenso ambiente humano: un variado resultado de su contenido temático y formal, a través de «Agradecimientos y homenajes…», y del prólogo «De la escritura simbiótica», de Tomás Sánchez Santiago. Se anticipa así algo del contenido de estos cuentos, de José Ignacio García, afincado hace tiempo en tierras vallisoletanas y autor de obras como Me cuesta tanto decir te quiero, Vidas insatisfechas, Entre el porvenir y la nada (Premio Miguel Delibes de Narrativa de 2009) y la novela Mi vida, a tu nombre, entre otros títulos.

La obra de Algunas historias… empieza con «Galanes», anticipando el empleo de diversas técnicas narrativas, con un trasfondo que preludia un inesperado juego amoroso entre Blanca y su nuevo amante. Todo ello desemboca en un desenlace divertido e inesperado. «Y antes de que caigas desplomado por la rabia impotente que te consume, te preguntas quién de los dos es un auténtico hijo de perra».

A veces, la extensión podría «ahogar» el relato, dicho sea en el buen sentido estilístico, como ocurre, por ejemplo, con «Héroes de hojalata», casi una novela corta, en sus treinta y cinco páginas, presentadas con una tipografía original. O la misteriosa e inquietante belleza de «Solitario», tan cercana a la soledad de la España rural y la frecuencia en ella de la muerte. Sin olvidar el desenlace trágico, de la llegada del amor, en «Ella y él», uno de los mejores relatos del libro, describiendo el pensamiento femenino, de la chica cartera: «quién sabe si picada por la curiosidad… o acaso porque en el vivero de su corazón había empezado a brotar un extraño sentimiento de ternura hacia aquel hombre que, cada vez, al entregarle una carta, cada vez le parecía más melancólico y derrotado». Es novedoso también el final de Martín en «Scrooge», que arregla inesperadamente el desdichado olvido del amor. O el imprevisible terminar de «Precisamente ahora», con una trascendental sorpresa que cambia la vida a los amantes. Como la cambia el final de «El secreto de su nombre». Impensable es (con un «bestialismo filial» incomprensible) lo narrado por Toña, en «Las visiones de Toña», que «dice haber escuchado, desgarrando el silencio de los campos, el llanto soterrado de un niño. Y yo evidentemente, la creo».

La variedad temática y escenográfica, así como el carácter de los personajes, marcan el tono

Algo más esperable es el final de «El príncipe etíope», con un comienzo casi in medias res: «Narciso Norberto Nieto, recibió sin esperarla, el alta médica en el hospital universitario de su ciudad». Pero lo que es una alegría es también un gran cambio vital, con sucesos y personajes que, a pesar de su gracia y su exotismo «exagerados», no captan tal vez bien en el sentido del relato.

Merecedor del elogio, sobre todo para los aficionados al fútbol, es «Portero de noche»: la presencia de un futbolista famoso como Arconada se transforma en personaje literario… y Boni, el humilde protagonista, aparece como portero heroico, por intentar «que sus manos lleguen a tiempo de detener la caída de la criatura y no se rompan como el cristal con el golpetazo». Todo ello se armoniza con un final tierno, desolado, en el que el lector sabrá la triste sorpresa que encarna Boni, el portero del barrio, sumido ahora en una honda amargura. No está irónicamente lejano el final de «(Si)caria»: «Mientras caía en picado, apenas tuve tiempo de preguntarme si mi póliza de seguros cubriría una muerte de altos vuelos».

Bien trabado y original es su «Wine room», pleno de humor inesperado, dividido en dos partes: cara A, «Paul, el cantor de tristes baladas de amor», y cara B, «Ingrid, la mujer práctica», una avispada licenciada en Filología Inglesa por la Universidad Complutense de Madrid y ambiciosa en su proyecto personal.

Con desenlace trágico, «Ella y él» constituye uno de los mejores relatos de la obra

El ambiente vallisoletano también hay que citarlo en «Champán para todos», pieza que refleja el estreno del coche del abuelo, un famoso R6, que permitirá la diversión dominguera y un esperable final. Basta la observación: «Lo que ocurrió a partir de entonces es un secreto que quedará para siempre entre Champan y yo».

El relato final, título del libro, de cuarenta y cinco páginas (utilizando como pretexto temático un aniversario matrimonial) presenta abundantes situaciones inesperadas, desembocando en el homenaje a Joaquín Sabina: «Y postrada, humillada y vencida en aquel abominable baño de alquiler, comprendí de una vez para siempre, que algunas historias no sirven para escribir canciones de amor». No hay duda: la variedad temática y escenográfica, así como el carácter de los personajes, podrían considerarse como un simbólico epílogo creativo del tono del libro.

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