Salud&Sociedad
La casa del sida en Burgos: una superviviente de la crisis
La pasada situación económica se llevó por delante a la mayoría de estos servicios en el norte de España, excepto en Burgos, que cuenta con financiación de Junta y Ayuntamiento
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La crisis se ha llevado por delante servicios que no tenían una estabilidad presupuestaria pero de indudable necesidad. Es el caso de las casas del sida, que surgieron en un buen número de provincias españolas con diferentes modelos de financiación. La de Burgos, la llamada «Casa de la Encina» ha sido una de las pocas que ha sobrevivido, seguramente por su original fórmula basada en la gestión del Comité Ciudadano Antisida , en instalaciones municipales y con fondos del Ayuntamiento respaldados por la Junta de Castilla y León. Actualmente está al completo, con sus diez plazas cubiertas, y en lo que va de año ha dado acogida y cobertura sociosanitaria a 24 afectados por el VIH procedentes en su mayor parte de Castilla y León (9 de Burgos, 8 de Palencia y 4 de León), aunque también a uno de La Rioja, otro de Castellón y otro de Cáceres.
En este momento, la «Casa de la Encina» es una de las pocas que quedan en el norte de España y la de mayor tamaño de la zona. Además, este año ha cambiado la fórmula de convenio, que se renovaba cada año, por un concierto que asegura su financiación, tanto en cantidad como en la permanencia en el tiempo. Cada año, este recurso social recibe 225.000 euros del Ayuntamiento, que incluyen una aportación de 50.000 euros de la Junta de Castilla y León.
El presidente del Comité Ciudadano Antisida, José Antonio Noguero, recuerda que la mayoría de las casas antisida que surgieron en el norte de España no han soportado la crisis. Varias que se nutrían de aportaciones privadas y algunas subvenciones puntuales han desaparecido, como las de La Rioja, Santander u Oviedo.
«La Casa de la Encina ha acogido en lo que va de año a 24 afectados por el VIH»
En Castilla y León, además de la de Burgos, hay en este momento casas del sida en Valladolid, sostenida por la Junta de Castilla y León, y en Salamanca, que financia Cáritas. Esta situación hace que a la residencia burgalesa lleguen solicitudes de toda España, y que «son atendidas siempre que haya plazas y los solicitantes reúnan los requisitos, porque lo principal es la solidaridad», explica Noguero. Se trata de un servicio con capacidad para diez personas, aunque el año pasado llegaron a atender a 21 afectados por la enfermedad y en lo que va de 2017 ya han superado esa cifra. En los últimos años se ha cambiado el modelo de acogida y mientras antes se optaba por estancias muy largas, de en torno a un año, ahora se acelera el proceso de tratamiento médico, social y de inserción, por lo que la media está en unos tres meses. La atención es muy dinámica, de manera que se adapta a las características de cada residente, de manera que se elabora un «plan de desarrollo personal» para cada caso.
Sin recursos ni soporte familiar
Los atendidos son personas con sida que no tienen recursos ni soporte familiar, por lo que el 20 por ciento de los solicitantes que no son admitidos suelen acabar de hospital en hospital hasta encontrar otra ayuda o volver más tarde a lograr un plaza en Burgos. En sus quince años de existencia, la «Casa de la Encina» ha atendido a 276 personas, de las que el 75 por ciento tenían algún grado de discapacidad y el 50 por ciento ya habían pasado por procesos de atención por problemas de drogodependencias.
Noguero insiste que en estos años han notado cambios importantes, como el descenso de solicitudes, que fueron 26 anuales de media entre 2002 y 2011 y desde 2011 rondan las 15 anuales. Además ha aumentado el grado de dependencia, de manera que los residentes con más de un 65% de discapacidad eran el 11% en 2004, en 2015 fueron ya el 94% y en 2016 llegaron a ser la totalidad de los acogidos. También ha cambiado la media de edad de los solicitantes, que ha pasado de los 35 a los 49 años, aunque se mantiene la proporción de 80 hombres por cada 20 mujeres.
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