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Carmen Martín Gaite: 20 años después
La escritora nacida en la Plaza de los Bandos de Salamanca, de cuya muerte se cumplen ahora dos décadas, trasladó su infancia y juventud de la ciudad del Tormes a la literatura, donde difuminó la frontera entre realidad y ficción
![La escritora, en su madrileña casa de Boalo (Villalba), en 1995](https://s2.abcstatics.com/media/espana/2020/06/30/gaite1-U30924424946qyB--1248x698@abc.jpg)
El misterioso hombre de negro que acude una noche de tormenta a casa de la protagonista de El cuarto de atrás le pregunta a la autora («C.» en el libro) cuándo comenzó a escribir. «¿Quiere decir que a qué edad empecé a refugiarme? Hace mucho tiempo, durante la guerra, en Salamanca». Probablemente se refugiaba «del frío», confiesa. «O de los bombardeos». Después callaron las bombas y buscó otros climas menos hostiles, pero ya no abandonaría nunca ese refugio de la literatura.
Como en esa novela, que es también una larga conversación autobiográfica y una reflexión sobre la escritura, realidad y ficción, vida y literatura, siempre estuvieron íntimamente unidas en Carmen Martín Gaite.
A punto de cumplirse el veinte aniversario de su muerte (el próximo 23 de julio), la obra de Martín Gaite no ha caído en el olvido. Aparte de otras muchas reediciones, Siruela mantiene activa la biblioteca dedicada a la escritora dentro de la colección Libros del Tiempo. Con el paréntesis de la pandemia de por medio, una obra de teatro escrita por Noelia Adánez recuerda a «Carmiña»; y los salmantinos Mariela Artiles, como directora, y Chema de la Peña, como productor, preparan un documental sobre la autora de Entre visillos con inevitables localizaciones en su ciudad natal.
Salamanca está muy presente en la literatura y en la vida de Martín Gaite. Allí pasó 23 años, estudió Filología Románica y comenzó a escribir y a publicar. En la revista universitaria Trabajos y Días aparecieron sus primeros poemas, luego recogidos en el libro A rachas, y los cuentos «Desde el umbral» (1948) e «Historia de un mendigo» (1950).
«Entrevisillos» no nombra a Salamanca, pero sirve de escenario a la obra del Nadal
Ya en su etapa en Madrid, adonde se había trasladado en 1948, escribe su primera novela, después de haber ganado el Premio Café Gijón, en 1954, con el relato El balneario. Entre visillos retrata la vida en provincias en la posguerra, más concretamente la de una pequeña burguesía que, sin sufrir apenas estrecheces económicas, sí vivió el asfixiante ambiente del momento. A Salamanca no se la nombra, pero sirve de escenario a la historia con sus bailes en el Casino o los paseos por el río. Se llevó el Premio Nadal en 1957, cuando «los nadales» equivalían a «grandes descubrimientos», como decía ella misma en Blanco y Negro en mayo de 1999.
Carmen Martín Gaite se confirmó como uno de los nombres imprescindibles de las letras españolas del siglo XX con el Premio Nacional de Literatura en 1978 por El cuarto de atrás. En su singular mezcla de ficción y autobiografía hay mucha realidad y una notable presencia de Salamanca. La habitación a la que alude el título estaba en la casa familiar de la plaza de los Bandos, que ya no existe, donde nació la escritora el 8 de diciembre de 1925 y donde aprendió «a jugar y a leer». «Era muy grande y en él reinaban el desorden y la libertad, se permitía cantar a voz en cuello, cambiar de sitio todos los muebles, saltar encima de un sofá desvencijado y con los muelles rotos al que llamábamos el pobre sofá, tumbarse en la alfombra, mancharla con tinta, era un reino donde nada estaba prohibido», describe el personaje, trasunto de Martín Gaite.
En «El cuarto de atrás» está muy presente la ciudad de la guerra y la posguerra
Otro refugio lo construyó en su imaginación, compinchada con una amiga de la infancia. Entre las dos inventaron una isla, que hasta dibujaron en un mapa y a la que ponen el nombre que resulta de unir las primeras letras del apellido de ambas. «Y la isla de Bergai se fue perfilando como una tierra marginal, existía mucho más que las cosas que veíamos de verdad, tenía la fuerza y la consistencia de los sueños. Ya no volví a disgustarme por los juguetes que se me rompían y siempre que me negaban algún permiso o me reprendían por algo, me iba a Bergai».
También los refugios de verdad, los que no tenían nada de consuelo literario, aparecen en El cuarto de atrás. Durante la guerra, en Salamanca «nacieron como hongos en pocos meses, tapaban las calles». Uno de ellos estaba al lado de su casa, «lo habían construido aprovechando una calleja estrecha que había entre la iglesia del Carmen y la casa de doña María la Brava». «Era un juego más, un juego inventado por los mayores, pero de reglas fáciles: en cuanto se oyera la sirena, echar a correr. ¿Por qué?, eso no se sabía, ni se preguntaba, daba igual, todo el mundo obedecía sin más lo establecido por el juego».
Refugio fue también la historia para una escritora que tocó todos los géneros. Investigó en el Archivo de Simancas la figura del político y escritor del XVIII Melchor de Macanaz. Ella misma contó que, mientras tomaba notas en sus pesquisas sobre el fiscal del Consejo de Castilla en tiempos de Felipe V, le pareció oír las voces de dos personajes que serían los protagonistas de Retahilas.
En Carmen Martín Gaite la frontera entre realidad y ficción era difusa, los espacios que inspiraban su literatura, reales o inventados, existían para ella. Lo decía su personaje en El cuarto de atrás: «también el cuarto de atrás sigue existiendo y se ha salvado de la muerte, aunque hayan tirado la casa de la plaza de los Bandos».