Carlos Aganzo recorre en un libro diez historias capitales de Madrid
El periodista inaugura con su guía titulada «Madrid» la colección de libros de viajes de la editorial Tintablanca
![Carlos Aganzo, en la madrileña Puerta de Alcalá](https://s1.abcstatics.com/media/espana/2019/09/03/aganzo-kof--1248x698@abc.jpg)
Recuperar al viajero, que no al turista; es decir, a aquella persona que se imbuye del espíritu y ambiente de su destino para tener una completa experiencia, es lo que se ha propuesto Tintablanca, una nueva aventura editorial que ha inaugurado recientemente el periodista, escritor y poeta Carlos Aganzo (Madrid, 1963) con un volumen dedicado a su ciudad natal y que forma parte a la vez de una primera entrega a la que se suman otros dos destinos, Nueva York y París.
A lo largo de poco más de 200 páginas, en un libro bellamente ilustrado por Ximena Maier, el que fuera director de «El Norte de Castilla», ahora responsable de las Relaciones Institucionales del diario decano de la prensa española, trenza diez historias llenas de anécdotas , personajes históricos y lugares emblemáticos de la capital de España con las que trata de «no dejar ningún cabo suelto de lo que para mí es Madrid». «Me gustaría que cada una de ellas se pudiera leer como diez reportajes literarios periodísticos vinculados a un espacio de Madrid y también a una historia», señala el autor a este periódico.
Así, con la intención de recoger su cultura, pero también su literatura, «el Madrid como ciudad pictórica» , su condición de gran capital del imperio español pero también su decadencia posterior, y «¿por qué no?», el estatus actual de urbe futbolera va hilando los diez relatos que llena de anécdotas y curiosidades como el lugar en el que aún hoy se conserva la máquina de donde salió la primera parte de «El Quijote» o el exorcismo que un vigilante del Museo Reina Sofía llegó a cursar formalmente, dado el pasado del edificio.
La cabeza de Goya
Tantas son sus singularidades que admite Aganzo que en su labor de investigación dio con algunas que no conocía: «No sabía que Goya estaba enterrado sin cabeza y desconocía también el desahucio de Góngora , que para mí es más categórico que las rivalidades que hubo entre Lope y Cervantes, que son realmente las que definen el Barrio de las Letras y Madrid como ciudad literaria».
Pero este libro de viajes no sólo se detiene en los grandes del Siglo de Oro, sino que los principales autores que ha dado la literatura en español desde entonces hasta casi nuestros días roban protagonismo a la propia crónica de la historia en los sucesivos capítulos dedicados a los cafés y sus tertulias, la Residencia de Estudiantes o el mismo Malasaña del Madrid de la Movida . «Para alguien como yo, que considera la lengua de Cervantes como la más importante del mundo, Madrid es la capital literaria del mundo, sin ambages y sin ninguna duda. No sólo es el lugar donde se han reunido tradicionalmente los escritores de España, es que también es el centro nuclear de nuestra lengua para toda América y para todo el mundo».
Lugar de reunión
¿Y qué queda de aquel Madrid literario que se cocía en los cafés que frecuentaban don Antonio (Machado), J ardiel Poncela, Ignacio Aldecoa o Rafael Sánchez Ferlosio -por nombrar algunos de los más relativamente recientes-? «¡Mucho!», responde sin dudarlo Aganzo.
Y para muestra, un ejemplo: «El primero de esos grandes escritores que se quedó en su provincia a vivir es Miguel Delibes. Entonces fue una cosa inusual porque hasta ese hito vivir en Madrid era una condición sine qua non, ahora la condición sine qua non es reunirse en Madrid».
Y del Madrid de las letras con mayúscula al Madrid de la Movida, ¿tenemos idealizada aquella época? «Por supuesto, es lo que tiene el paso del tiempo, que opera en dos direcciones. Por un lado, condena aspectos y personajes importantes al olvido. y eso es triste porque a mí, por ejemplo, me gustaría que estuvieran más presentes en Madrid Larra o Mesonero Romanos , pero también tiende a idealizar y convertir en hitos momentos que se vivieron de otra manera».
En este sentido, el autor madrileño recuerda que aunque ha quedado la parte «romántica» de la Movida -Ciudadanos prometió en campaña hasta la creación de un museo-, «tuvo también sus bajas, su dolor y su horror. Y cuando hablo de ello no sólo me estoy refiriendo a aquellos que quedaron en el camino de la droga, en toda aquella barbarie descontrolada que surgió, sino que también hubo víctimas culturales , ya que nos dejó, y no sólo en Madrid sino en toda España, es un cierto gusto por lo moderno en contra de lo clásico».
El escaparate de la Gran Vía
Un capítulo aparte le merece al ganador del Premio Nacional de las Letras Teresa de Ávila la Gran Vía, ese «Nueva York» que recogía Raúl Guerra Garrido y que en tiempos de Alfonso XIII se consideró «una obra poco menos que faraónica». Para el madrileño, la gran arteria del centro de Madrid, hoy en el punto de mira, sigue siendo el escaparate de ese Madrid de finales del siglo XIX y principios del XX, «de ese momento en el que las ciudades adquieren su gran personalidad».
Pese a alguna que otra aberración arquitectónica, Aganzo defiende que la vía mantiene gran parte de sus iconos y como tal ha surtido el imaginario colectivo de todo tipo de artistas, desde la pintura realista de Antonio López hasta la obras de cineastas tan diversos como Alejandro Amenábar, Álex de la Iglesia o José Luis Garci, que en sus dos entregas de «El crack» inmortaliza el Madrid con el que este autor madrileño se siente más identificado.
Hoy hace más de dos décadas que el autor dejó su ciudad natal y dice que volver a ella, también literariamente, es algo así como recuperar su juventud «y volver a ver entre las ruinas del tiempo ese Madrid vivo y recuperar una parte de mí que nunca se ha perdido».
Tras sus primeros títulos, la nueva editorial tiene previsto ampliaresta cuidada colección con un libro de viajes sobre Tokio que escribirá la cineasta Isabel Coixet . No obstante, si Aganzo tuviera oportunidad de escribir sobre más destinos avanza que lo haría sin duda de Valladolid, su actual residencia, y Ávila, con la que sigue muy vinculado desde que fuera director del periódico local antes de dirigir «El Norte de Castilla», ciudades ambas que «se presta a verlas y sentirlas en por un viajero moderno que busque el movimiento del alma».
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