Fernando Conde - Al pairo
Cáncer
«Un enemigo que pocas veces avisa, casi nunca da la cara y casi siempre ataca por la espalda»
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Cada 4 de febrero, o sea tal que ayer, se «celebra» el Día Mundial contra el Cáncer , esa lacra de nuestro tiempo, la auténtica peste negra de nuestros días que, según las previsiones, afectará en un futuro inmediato a uno de cada dos hombres y a una de cada tres mujeres . El cáncer, que no es una enfermedad concreta sino la designación genérica de muchas -más de doscientas, me explicaba Mariano Barbacid hace un tiempo- es un enemigo tan cobarde como implacable. Un enemigo que pocas veces avisa, casi nunca da la cara y casi siempre ataca por la espalda. Por eso es tan difícil presentarle justa batalla. Sun Tzu, en su obra «El arte de la guerra» , escribía que cualquiera que tenga forma puede ser definido, y cualquiera que pueda ser definido puede ser vencido. Pero con el cáncer ocurre que, todavía y a pesar de los avances que vamos conquistando, en muchos casos n o sabemos ni qué forma tiene ni cómo podemos definirlo , lo que hace que sea muy difícil, si no imposible, vencerlo.
El diagnóstico de cáncer supone para cualquier persona y para su entorno la puesta en marcha de una cuenta atrás que no sabemos cuánto tiempo nos habrá de regalar. En ese justo instante, la escala de valores y, sobre todo , la de prioridades suelen trastocarse , y es entonces cuando nos damos cuenta de la verdad que encierra el aserto que dice que lo importante es la salud. En ese momento, todo lo demás queda relegado a un segundo plano y cada cual concentra sus fuerzas en preparase para la guerra. Afortunadamente, también son cada vez más las personas que logran salir victoriosas en la desigual contienda. Y ésa debe ser la esperanza a la que agarrarse cuando toca la china.
Cada 4 de febrero son miles las personas que se lanzan a la calle para recaudar fondos destinados a la investigación contra la bicha -la «Rusca», como la llamara José Luis Sampedro en su magnífica novela «La sonrisa etrusca»-. Una labor altruista, una bandera común que, sobre todo, enarbolan quienes ya se han visto mordidos directa o indirectamente por la enfermedad. Con las previsiones que tenemos, prácticamente nadie se verá libre de luchar, en carne propia o cercana, contra algún tipo de cáncer en su vida. Así que conviene que esa generosidad para con la causa vaya por adelantado , aunque sólo sea por una razón tan egoísta como ésta: pensar que tal vez nuestra aportación y compromiso de hoy sea nuestra salvación mañana.