El «campo» de las mascarillas
La vendimia y la fresa viven su campaña «más difícil», marcada por la pandemia, pero con el alivio de haber recibido temporeros
El miedo no se ha ido, pero si dado un respiro . Conteniendo la respiración para que no haya contagios de Covid-19 y la labor se vea afectada, bodegas y viveristas de fresas apuran la campaña, que se está pudiendo desarrollar gracias al trabajo de unos temporeros cuya llegada provocaba tanto temor como sensación de necesidad. Y es que no las tenían todas consigo de que fuese así, de que la propagación del coronavirus pudiese mantener las fronteras abiertas para que esos miles de jornaleros pudiesen llegar a Castilla yLeón con su imprescindible mano de obra. Una vez aquí, la alerta puesta para intentar evitar los contagios, de los que, por el momento, se mantienen a salvo .
Una de las labores que más temporeros mueve en la Comunidad es la vendimia, que desde finales de agosto hasta mediados de octubre vive el continuo ajetreo de las viñas a las bodegas. A ello se aplica Daniel Toderescu, líder de un grupo de rumanos y búlgaros especializados en trabajos vitivinícolas. Califica la cosecha de 2020 como «la más rara de todas» . La Junta de Castilla y León, entre las medidas que adoptó antes de que arrancara la campaña, destacó la realización de pruebas PCR de detección del virus para todos aquellos temporeros que se desplacen fuera de su comarca habitual de residencia para desarrollar la recolección. «Por suerte, nosotros no hemos registrado ningún positivo y eso es una muy buena noticia porque nos hemos movido estas semanas por Ribera de Duero, Rueda y Toro», explica.
Alberto Salagre, coordinador en la de Denominación de Origen Toro de las pruebas PCR, asegura que en su zona se han realizado 60 test. «Nos llama la bodega, el viticultor o la empresa de servicios y nos comunica que va a contratar a una serie de temporeros. Nosotros les pasamos la lista a la mutua para que nos dé una cita y se los rebotamos a los interesados» , explica. Un mensajero de la Junta se lo lleva al Laboratorio Regional de Sanidad Animal en Villaquilambre (León), «donde se analiza la muestra mediante la técnica de PCR», sostiene Salagre. Yen «unas 48 horas», el resultado.
«Se ha intentado en todo momento respetar las medidas. Hemos utilizado mascarillas cuando era obligatorio, geles desinfectantes y hemos mantenido la distancia de seguridad de un metro y medio», señala Daniel, quien ha observado una «buena coordinación» entre viticultores, bodegas y temporeros. «Me alegro mucho que la gente parece que se ha dado cuenta que el virus no es una broma y ahora hacen todo lo posible para no contagiarse y no contagiar a los compañeros», recalca.
«Miedo»
Con un suspiro de alivio al comprobar que la campaña de la planta de la fresa ha podido comenzar, pero también cruzando los dedos para que el Covid-19 no se atraviese más en su camino. Así están los viveristas de la fresa, que estos días se encuentran en plena faena. Una labor que si en el campo están prácticamente mecanizada y apenas necesita mano de obra, en los almacenes requiere de numerosos brazos ágiles que seleccionen las raíces del calibre adecuado, corten las hojas y hagan manojos de diez . Un tarea en la que los temporeros son clave. Cerca de 4.000 se necesitan durante las cuatro semanas que aproximadamente dura la campaña. Y el 90% son de fuera, sobre todo llegados de Rumanía y también de Bulgaria. Por esa procedencia extranjera y el «miedo» a si se podrían volver a cerrar fronteras y la dificultad para encontrar trabajadores nacionales, la campaña se ha adelantado una semana, señala Carlos González, uno de los viveristas de la provincia de Segovia, el corazón en el que la fresa hunde sus raíces.
Mascarillas, hidroalcohol, más separación y convivientes habituales juntos marcan los trabajos
Lo ha hecho con las consiguientes «mermas en producción» y con la planta «no tan hecha». Ahora, esperan que arraigue en Huelva y las latitudes más al sur a las que viajan los plantones y con la primavera den sus sabrosos frutos, puedan ser recogidos y llegar a los consumidores. Cerrar así el círculo y cobrar en una campaña en la que ya parten con un incremento de los gastos: geles hidroalcohólicos repartidos por todas las instalaciones, las mascarillas que dan a los trabajadores y más alquileres, tanto de alojamientos como de viveros «para mantener las distancias».Con metro y medio de separación y nadie enfrente, trabaja Nitruanka Mirela. No p ara en la selección de plantas mientras responde a las preguntas. Lleva 15 años viajando de Rumanía a Segovia para participar en la campaña de la fresa y tiene claro que ésta en las «más complicada» . De allí llegó, junto a todo el contingente el pasado 21 de septiembre. El miedo al Covid-19 no se le va a ella del cuerpo, pero han pasado ya la cuarentena y no ha habido positivos. Para Nitruanka, como para la mayoría, hacer esta campaña supone una gran parte de sus ingresos anuales, así que también respira con alivio por haber podido viajar a España, donde, asegura, este año extreman las medidas de higiene.
Continua ventilación
En las viviendas, son menos que otros años e intentan mantener a las familias. Y los mismos que conviven son los que están situados más cerca en los puestos de trabajo en una nave en la que están 120 personas y las que la apertura de las grandes puertas es una constante.
Por el momento, el tiempo acompaña, con temperaturas más frescas que «siempre vienen bien» y lluvias limitadas. Carlos González confía en una campaña «normal», consciente de que hace unos meses «no veía» la posibilidad de que se desarrollara. Pero como otros negocios, también están afectados por el Covid-19, que está marcando el trasplante y ya dan por seguro repercutirá en la recolección y el precio final.