Guillermo Garabito - XXXIV ANIVERSARIO DEL ESTATUTO
Caminito de ultramar
«Castilla y León según parece, por el agradecimiento de los homenajeados, se hereda de padres a hijos como una segunda casa, un sentimiento o una esquina de la patria»
El emigrante que marchó «caminito de ultramar». A ellos con oros y reconocimientos . A ellos, que su español ya no es sólo castellano y tiene música cubana en el acento y vuelven diciendo «membresía» y los mexicanos «presidio» –que no es cárcel, sino el conjunto de autoridades que preside un acto–.
Con este español vinieron a recoger la Medalla de Oro de las Cortes de Castilla y León los emigrantes y los hijos de estos que se fueron. Confesando haber comido allí cecina de León y morcilla de Burgos . Pero allende los mares tal vez ocurra como con la tortilla de patata: que no sabe igual. Ser emigrante es echarse la tierra a la espalda; con la nostalgia y las necesidades. Y trasterrarse en busca de un futuro. Como aquellos que aun cuando salieron de su tierra seguían encomendándose a las mismas vírgenes que dejaron aquí.
Ser emigrante o hijo de emigrantes es «tener el corazón partido en dos. Estar en España y querer estar en Argentina y viceversa», dijo Pedro Bello . Castilla y León según parece, por el agradecimiento ayer de los homenajeados, se hereda de padres a hijos como una segunda casa, un sentimiento o una esquina de la patria.
El Estatuto de Autonomía cumplía treinta y cuatro años y debe de ser a esa edad que se viene la nostalgia, o la «añoranza», y comienza uno a echar la vista atrás y por eso este reconocimiento a esos vecinos que se fueron a hacer Hispanidad.
Quién sabe si dentro de cien años, si quedan autonomías en este país de taifas , el parlamento regional de turno no se ve condecorando a los mismos. A los hijos de los que aún hoy se marchan a por el futuro.
Emigrar es, como en los versos de Neruda , «a contraviento y contramar, la vida».