El cambio del 20-D

El 20 de diciembre de 1973 saltó por los aires el coche de Carrero Blanco y resquebrajó la dictadura con síntomas de agotamiento; otro 20-D puede dinamitar el bipartidismo alternante que ha gobernado España desde 1977, con un frentismo estéril y demoledor de unos contra otros. En estos años España ha continuado fracturada entre vencedores y vencidos, entre lo que apruebas, lo derogo, por inexistencia de un verdadero talante integrador y patriótico, desear lo mejor para todos los ciudadanos. La España bipolar y exclusivista ha resultado agobiante.

Las encuestas ofrecen pocas certezas y tengo la impresión que se alejarán en el escrutinio final por los de corrimientos masivos de votos en estos últimos días, como ocurrió en 1982, 2000 y 2004. Sin embargo, sí parece que la irrupción de los nuevos partidos romperá la hegemonía de las viejas formaciones. Esta es una buena noticia, porque se retomará la cultura del diálogo y el pacto, motivo por el que sería preferible la no formación de ninguna coalición estable de gobierno, excluyente con otra parte de la sociedad española. Un gobierno con apoyos y condicionamientos externos y según materias sería lo deseable, más allá de un acuerdo de mínimos entre las cuatro formaciones para diseñar el futuro de España ante retos importantes.

Viejo resulta la seriedad del más de lo mismo o el vótame para que los otros no gobiernen; ilusionantes las propuestas transversales, modernas, regeneradoras y donde caben todos sin exclusivismos, aunque con ideología de C’s y Podemos. Tiempo habrá para que los emergentes pasen la prueba del algodón, más fácil si se necesitan acuerdos mayoritarios. El voto útil no es el del apoyo a una gran mayoría o coalición, sino el de la diversidad.