Antonio Piedra - No somos nadie
Boabdil & Evita
Con su lenguaje a priori -no antes que nada y no a todos- Pedro Sánchez ha destruido todo con la pataleta del bocazas
Lo de ayer - investidura de Rajoy, y rodear el Congreso - son dos apartados históricos de un mismo capítulo. Para la gran mayoría social y parlamentaria, un tema concluido pues quiere decir que Podemos se reduce a simple golondrina que no hace verano. Lo impresionante, visto desde las alturas de Gredos y Guadarrama hasta los Picos de Europa, ha sido la comparecencia de Pedro Sánchez , previa a los festejos, y que ha estado a la altura de un melodrama -o venganza de don Mendo- interpretado por un solo actor haciendo pie en dos personajes históricos: Boabdil y Evita . Del uno copió don Pedro el llanto: «Llora como una mujer lo que no has sabido defender como un hombre». De la otra extrajo Sánchez el julepe progresivo en política cultural: «No llores por mí, Argentina».
Sánchez bordó ayer los dos papeles a la perfección. A los sensibles de corazón nos ha impresionado tanto como el chiste de cierto Testigo de Jehová. Estaba tan acostumbrado a que le dieran con la puerta en las narices que cuando por fin le abrieron una repuso con espontaneidad mística: «Bueno, paso pero les advierto que ya no sé qué decir». La fe de Sánchez es tan infinita como un testigo. Él, que ha perdido todas las elecciones , suelta el discurso de que las ha ganado, pero sin reconocimientos. Por el contrario, Rajoy dijo en su investidura lo impepinable en democracia: que está en ella porque ha ganado todas las elecciones con los votos.
Ahora Sánchez, con más moral que el alcoyano -el pavo que perdía por doce a uno e insistía en el último segundo que aún podía ganar por goleada-, amenaza ahora con ir de Burgos a las Alpujarras , a lomos de Tudanca, como lo hizo Boabdil: montado en un camello y diciendo a los Reyes Católicos no no y no, y qué parte del no aún no entendían en román paladino. Impresiona con qué morro este mozalbete se ha acostumbrado a perder como si pusiera una pica en Flandes a los ganadores. ¿Pero es que nadie le ha dicho a este irresponsable, experto en perder elecciones y votos por un tubo, que cuando se juega a las cartas lo importante es ganar? Al parecer no.
Al contrario que el duque de Lerma -que se vistió de cardenal o de «colorao» para no ir a la horca-, a Sánchez no se le ocurrió ayer cambiar de camisa ni de traje. Entre Boabdil y Evita eligió el melodrama y el teatro facilón. Normal. Donde falta peso, sensatez, equilibrio y responsabilidad histórica, sobra hasta la reválida de Bachillerato. Y claro, apelar a lo que escriben los filósofos -María Zambrano decía a este respecto que «todo extremismo destruye lo que afirma» - es como nombrar la soga en la casa del ahorcado. Con su lenguaje a priori -no antes que nada y no a todos- Sánchez ha destruido todo con la pataleta del bocazas . De jaima en jaima, y ahora contra su propio partido, acabará siendo el edecán de Iglesias o dama de las camelias con Iceta.