Aura mediocritas

Ayer las Cortes entregaron la Medalla de Oro a la Universidad de Salamanca por el octavo centenario; pero si ayer en Salamanca y Valladolid se escribieron páginas de gloria, hoy están sumidas en el aura mediocritas, junto a las otras dos universidades públicas. Salvo excepciones aisladas e individuales, las universidades no compiten, se sitúan en la parte tibia en cualquier encuesta valorativa de universidades nacionales y padecen de autismo, en feliz expresión de Joaquín Díaz, (endogamia y desconexión con la sociedad y sus necesidades).

El nombramiento de Fernando Rey suscitó optimismo: preparación, competencia, hombre emprendedor y sin contaminar por la estructura de un partido. Llegó al Gobierno de la mano del ahora vicepresidente y sin hipotecas. Sin embargo, con el paso de los meses la decepción aumenta: instalado en la rutina de sus antecesores, incapaz de impulsar una mejora del sistema universitario en Castilla y León con respeto a la autonomía de cada institución, ahogado en los mismos charcos de siempre (el mapa de las titulaciones, un ejemplo), que se cronifican. La Consejería de Educación permanece varada y Rey en un arranque de sinceridad declaró la semana pasada sus intenciones de reforma al llegar a su destino y la respuesta del equipo de dirección de la Consejería: «Lo hemos intentado muchas veces y nunca lo hemos conseguido; y cuando lo hemos intentado hemos añadido más burocracia». En román paladino, denunciaba la incompetencia de un equipo, del que cabría esperarse una coherente dimisión o que Rey les hubiera cesado. El consejero ha preferido contaminarse por el aire viciado de una Consejería que no impulsa: un ejemplo más de la necesaria corriente purificadora que debe entrar por las ventanas.