Atención primaria en el medio rural
Médicos en ruta
Un doctor de Burgos recorre cerca de 50 kilómetros diarios para atender a una docena de pacientes. ABC comparte con él su jornada laboral
Pasadas las diez de la mañana, Francisco Javier de Juana Izquierdo, médico de familia, sale del Centro de Salud Burgos Rural Sur . Hasta esa hora, ha tenido tiempo para la habitual reunión de equipo, para una sesión clínica sobre el asma e, incluso, para atender una urgencia. Cargando con un voluminoso maletín, se dirige hacia su vehículo particular y pone rumbo a tres de los siete municipios que tiene asignados, todos ellos situados al sur de la capital burgalesa: Modúbar de la Emparedada, Revillarruz, Hontoria de la Cantera, Cubillo del Campo, Cojóbar, Humienta y Olmosalbos. Hoy, sin embargo, sumará un consultorio más, Valdorros, ya que tiene que cubrir a un compañero que está de baja y para el que no se ha encontrado sustituto. Por el contrario, resta Humienta porque uno de los pocos vecinos ha avisado a tiempo para que no acuda porque no habrá nadie en la consulta.
Ese es el escenario al que se enfrentan cientos de médicos rurales de Castilla y León , que recorren kilómetros de carreteras para atender a unos pocos pacientes de pequeños municipios incapaces de cortar la hemorragia que representa la pérdida continua de habitantes y que, después de perder al cura y al maestro, no se resignan a que también desaparezca el doctor.
De Juana, una jornada más, se dispone a emprender una de las rutas de la semana, ya que la periodicidad con la que acude a los consultorios depende del número de cartillas asignadas: tres veces a la semana para el más grande (Modúbar), dos veces, o, incluso, una vez al mes, en el caso de Humienta. Los vecinos de Cojóbar y los de Olmosalbos no tienen consulta y se desplazan a Modúbar y Revillarruz, respectivamente. En total, asume 871 cartillas sanitarias de la provincia con más problemas de cobertura en la Atención Primaria.
La primera parada de la jornada es «un domicilio» en una urbanización de Revillarruz, donde espera al doctor una mujer con una enfermedad crónica a la que atiende al menos una vez al mes o siempre que ella lo requiere. La visita se alarga un poco más de lo previsto así que al siguiente destino llega con retraso. Por el camino, ya en el vehículo, Francisco reconoce que la vida del médico rural «es más satisfactoria» porque la presión asistencial es menor y se puede dedicar más tiempo a los pacientes. «El problema es que faltan médicos y que si uno se pone malo es difícil cubrir su ausencia y en las vacaciones de un compañero hay que hacer su trabajo». Pese a todo, se muestra entusiasmado con su labor y con su destino actual, en el que está en comisión de servicios porque su plaza está en Belorado.
Ante el debate suscitado por la reestructuración de la Atención Primaria en el medio rural y el plan presentado por la Junta, De Juana lo tiene claro: «No es eficiente que me paguen por conducir a precio de médico», aunque aclara que «lo que no podemos es quitar un servicio sin poner otro porque dejamos desatendida a la población». A su juicio, es evidente que «ya es hora de que se haga una reestructuración del sistema», pero matiza que la forma de hacerla habrá que analizarla, debatirla y consensuarla porque es evidente que no será fácil.
El vehículo del médico serpentea por las calles de Hontoria de la Cantera guiado por una espectacular iglesia que da sombra al pequeño consultorio, cuya puerta abre él mismo. El programador de la calefacción ha hecho su labor así que la temperatura es buena, a pesar del frío aliviado por el sol que ha acabado con la densa niebla de la mañana. Hace años, cuando el pueblo superaba con creces el centenar de vecinos que tiene actualmente, el lugar que ahora se destina a la atención sanitaria era la escuela, convenientemente separada en dos salas, una para chicas (unas 60) y otra para chicos (50). Hoy, ya sólo quedan dos estancias para consultas -una para el médico y otra para la enfermera- y una pequeña sala de espera con 14 sillas. Entre las escasas publicaciones que llenan una mesa, sorprende una del siglo pasado, un número de la colección «Esther y su mundo», editado en 1984 y que es la más clara evidencia de que el lugar, hoy frecuentado por mayores, en otro tiempo, lo fue por niñas. El destino, siempre caprichoso, -también puede ser una fatal señal premonitoria sobre el futuro del consultorio- ha querido que precisamente esta semana falleciera Purita Campos, la creadora del mítico personaje que encandiló a las jovencitas.
Carlos es el primer paciente en pasar a la consulta. Llega de Cogollos porque su medico está de baja, así que «es un desplazado» . Asegura estar encantado con los cuidados del doctor, pero lamenta que las visitas, que antes eran diarias, se hayan ido reduciendo. Alfonso, vecino de Hontoria, confirma la «maravilla» del médico y de Asunción Arce, la enfermera -que atiende a once pueblos y ya se encuentra en su sala-, pero también se queja de que «hay días que no viene y hay personas mayores que no se pueden desplazar».
Llegan otras dos pacientes, madre (Trinidad) e hija (Ana). A la primera, la enfermera la anima a ponerse la vacuna de la gripe, sin demasiado éxito. (Su profesión sanitaria tiene que ver con la negativa). También dice sentirse contenta con la asistencia, pero reconoce que ella, con su edad -por debajo de lo habitual en el pueblo- ante cualquier imprevisto puede coger el coche y trasladarse a la capital, algo que la mayoría de los vecinos no es capaz de hacer. Y añade con pena: «Hay que ser realistas y un pueblo con 40 vecinos en invierno...». Un realismo que lleva a la enfermera a explicar cómo en sus 21 años de experiencia ha visto que pueblos a los que iba a diario se han quedado sin vecinos y, por lo tanto, sin consulta. «Llevo muchos años diciendo que esto tiene que cambiar porque no es eficiente salir a la carretera para atender a tres pacientes», afirma. A su juicio, la solución puede pasar por «centralizar servicios, mejorar los accesos a las consultas, el médico a la demanda, facilitar los traslados...».
Sin conexión a internet
A las doce, médico y enfermera, en distintos vehículos -Asunción se desvía en algunos trayectos para atender en otros municipios- ponen rumbo a Cubillo, donde hay 71 cartillas sanitarias. Por el camino, Francisco Javier de Juana explica que hasta el día siguiente no podrá incorporar al historial de los pacientes que ve en esta jornada el resultado de las consultas. La razón es muy sencilla: en los consutorios no hay conexión a internet, al menos no lo suficientemente correcta como para poder acceder al sistema. En Cubillo, donde, al igual que en Hontoria, se encuentran algunas de las famosas canteras de piedra caliza con las que se construyó la catedral de Burgos, aún no hay pacientes pero la llegada del médico no pasa inadvertida en el pequeño pueblo -sorprende lo cuidado de sus casas-, así que enseguida llega al consultorio (el antiguo Ayuntamiento) Ruth, que afirma resignada que, «si no nos quitan más, con dos días de visita nos apañamos». La ve, primero el doctor y luego la enfermera: «Ven, que te tomo la tensión y te miro el azúcar», le dice. Entra después Araceli con su madre - «se tiene que poner la vacuna»- y después Aurora, la paciente «habitual», porque la llegada de los sanitarios rompe la monotonía diaria.
Y rumbo a otro pueblo, Valdorros. Antes, Asunción, cargada con el contenedor de las vacunas contra la gripe, pasa por Tornadijo, donde sólo vive un matrimonio. «Como están tan solos, me gusta saber que todo está bien», confiesa. A Valdorros se accede por una estrecha carretera sin señalizar. Menos mal que la llanura del terreno da seguridad, aunque el médico advierte de que en invierno han tenido más de un problema e, incluso, se han visto obligados a cambiar la ruta y dar un buen rodeo. Cuando llega al consultorio, ya hay ocho personas esperando y entre ellas surge el debate en torno, precisamente, a la asistencia sanitaria que se presta en el pueblo. Teresa se queja de que han estado varias semanas sin el doctor porque el titular está de baja y Alfonso reconoce que el que les atiende hoy «no se puede mutiplicar». «Luego dicen que no queda nadie en los pueblos pero es que nos tienen desatendidos», denuncia Sabiniana. Teresa se enfada cuando se habla de la posibilidad de que sean los pacientes los que se trasladen a un centro de salud. «No vamos a consentir que nos lleven a otros pueblos; no vamos a poder subir al autobús así que no, no lo vamos a consentir», exclama antes de pasar a la consulta, sin duda la mas remozada y completa de todas, pero en la que la conexión internet vuelve a ser un problema.
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