Antonio Piedra - No somos nadie

Asesina que...

«Estos padres han reunido más de un millón de firmas para pedir a los políticos que no se derogue la prisión permanente revisable de unos asesinos que se comportan como bestias con criaturas inocentes»

Asesina que algo queda, viene a decirnos el presunto parricida de Valladolid que, presuntamente, estranguló a su madre de 71 años porque, la pobre, estaba «harta» de aguantarle , según declaró el joven. Con semejante raciocinio, el niño de sus entrañas tiró por la calle de en medio y acabó con la vida de su madre porque sí: porque se llamaba César y tenía el derecho imperial de triturar carne y sentimientos en un mismo acto. Incluso filmó su hazaña en un vídeo. Con todas las presunciones por delante, la jueza de Alicante ha encarcelado a la criatura sin tener en cuenta las razones del abogado defensor que achaca el parricidio a la salud mental del asesino.

Inmensa crueldad, pues el gran César debería haber ingresado en un psiquiátrico, pensará también algún político de esos que hacen y quitan leyes para favorecer siempre al asesino. Comprensible. Al fin de cuentas Cesitar sólo mató a su madre, presuntamente claro, por razón tan insuficiente pero, ay, en el fondo compatible con una psicología compleja. La evidencia clama al cielo. No sólo tenemos ahora mismo un problema serio con los separatistas, con los políticos que pactan directamente con los supremacistas, con los políticos de la tibieza que no saben qué es felicidad hasta que no caen en brazos de los independentistas, y con los políticos patrimoniales que piensan que un asesino es poco menos que un patrimonio de la humanidad.

Esto lo han intuido los padres de Diana Quer, los de Marta del Castillo, los de Mari Luz Cortés, los de Jeremy Vargas, o la madre de Olga Sangrador . Toda una generación de víctimas sufrientes, y mediáticamente maltratadas hasta la náusea, que han sufrido en sus carnes cómo a lgunos políticos se hinchan de palabras huecas condenando actos que olvidan de inmediato con sus leyes que conducen al olvido de las víctimas y a la consagración mediática de los asesinos. El gran comediante Plauto -justo en el año 191 antes de Cristo- escribió a este respecto en su comedia Pseudolus - o el enredón- algo que no gustó nada a los políticos de su tiempo pero que tiñó sus conciencias de negro por toda la eternidad: que «todos los hombres que auspician los crímenes y los que los escuchan a escondidas, en mi opinión, deberían ser colgados: los primeros de las lenguas, los segundos de las orejas». Traducción textual.

Estos padres de ahora, que son demócratas, no piden la barbaridad de Plauto. Pero, curiosamente, en apenas cuarenta y ocho horas, han reunido más de un millón de firmas para pedir a los políticos que no se derogue la prisión permanente revisable de unos asesinos que se comportan como bestias con criaturas inocentes. No les harán ni caso porque los políticos en la democracia española no son más que voluntades parlamentarias que pactan a costa del contribuyente. Y en este pacto interesado, los asesinos ganan y las víctimas pierden.

Asesina que...

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