Artes&Letras / Arte

Del arte de la cartografía

Quince artistas inventan en la Fundación Cerezales formas de medir el mundo, de acotar una realidad a veces intangible, junto a piezas de archivo como las de la Real Chancillería

«Herbario de plantas artificiales», de Alberto Baraya, un de las obras que se pueden ver en la Fundación FCAYC

BRUNO MARCOS

Existe un relato de Jorge Luis Borges que sintetiza magistralmente la ambición humana que ha habido desde la prehistoria hasta nuestros días por representar el mundo. En el breve cuento, titulado Del rigor en la ciencia el escritor argentino dibuja un tiempo distópico del arte de la cartografía que lleva a sus autores a concebir unos mapas cada vez más grandes llegando a producir uno exacto al territorio que describe. Las generaciones siguientes, menos adictas a ese rigor científico, considerarían aquel dilatado mapa inútil abandonándolo a la intemperie, a merced de los rayos del sol y los hielos invernales, en cuyas ruinas habitarían después animales y mendigos.

La exposición titulada «Mesuras», que se puede visitar en la sede de la Fundación Cerezales Antonino y Cinia (Cerezales del Condado, León) hasta el 17 de noviembre, nos presenta distintas formas de hacer una cartografía de las cosas, diferentes maneras de medir el mundo, ensayos para apresar lo que se ve o se vive y dejar constancia de ello en imágenes.

Algunos de los quince artistas de este proyecto se han propuesto medir en unos casos intangibles: Clara Montoya con su máquina del tiempo o Asunción Molinos Gordo con su zahorí que actúa sobre documentos legales y leyes; en otros el sonido o la música como lo hacen Llorenç Barber o Luis Martínez Campo. Ana Amorim plasma sus caminatas cotidianas bordando mapas que recuerdan sus trayectos y Enrique Carbó sus recorridos por la naturaleza combinando textos y fotografías, en un trabajo en la línea de Hamish Fulton. En otras ocasiones los autores han creado inventarios o listas especiales: el herbario artificial de Alberto Baraya, la descripción fragmentada en pequeñas fotografías poco identificables de un edificio de Jorge Ribalta, los monumentos rumanos en los que la figura humana no supera la escala natural de Nicu Ilfoveanu, la colección de cianotipos con plantas de zonas mineras de Rosell Meseguer o el retrato dinámico de Claudio Zulian.

Varios de estos artistas aplican su particular metodología a la labor de acotar la realidad como Lara Almarcegui, Javier Ayarza, Lluís Hortalá, Pep Vidal o Lúa Coderch. Almarcegui plantea preservar un solar delimitado en la ribera del río Ebro mientras todo el entorno urbano va cambiando. Ayarza hace un registro fotográfico en torno a antenas solitarias en la meseta de Castilla. Hortalá interviene fotografías marcando el trayecto de escaladas por un relieve natural rocoso para cuantificar el paisaje de una forma antropomórfica. Vidal divide un árbol, desde su base hasta la cúspide, en porciones cúbicas de volumen exacto y Coderch escamotea espacios a la intemperie construyendo pequeños refugios.

Materiales de archivo

De entre los materiales de archivo que presenta la muestra destacan sobre todo los óleos extraídos del Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, cartas topográficas levantadas con técnica pictórica para ilustrar parcelas y parajes que se usaron en pleitos legales en el siglo XVIII. Estas pinturas de perspectiva alterada a fin de describir el territorio recuerdan a los cuadros de batallas, produciendo una inusual reunión de medios plásticos y fines prácticos.

Las obras seleccionadas para esta exposición tienen en común un deseo de capturar la realidad inventando formas de medirla. Los resultados de estos trabajos que nacen a partir de esa inicial ambición de rigor científico acaban -como en el relato de Borges- por tener una función alegórica. Entre lo inesperado y lo quimérico, componen un gabinete de casos, o curiosidades, que sorprenden y ponen en movimiento un pensamiento paralelo sobre nuestra relación con todo. Sus anhelos por contar, enumerar, hacer listas o registrar, hablan en el conjunto de la muestra de algo sumamente poético, el deseo antiguo de atrapar, por un medio u otro, el mundo.

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