Cultura

Antonio Ortuño: «Es muy difícil escribir de espaldas a la realidad mexicana en los últimos años ha habido 200.000 muertos»

El escritor mexicano presenta en Valladolid «La vaga ambición», el libro de relatos que se alzó con el V Premio de Narrativa Breve Ribera del Duero

Antonio Ortuño presenta «La vaga ambición» en Valladolid ICAL

H. DÍAZ

Hijo de valenciana emigrante y nieto de exiliados manchegos, Antonio Ortuño (Zapopan, México, 1976) sintió la necesidad de escribir desde bien pequeño, cuando su familia le inculcó su devoción por «El Quijote», al que hoy considera «la piedra angular de la narrativa en nuestro idioma». El autor, que ha coqueteado también con el cine -ha colaborado en guiones de largometrajes y actualmente supervisa los que están elaborando a partir de n0velas suyas- es el último ganador del Premio de Narrativa Breve Ribera de Duero por su libro «La vaga ambición», que este martes ha presentado en Valladolid.

- ¿Qué le permite el género de relato que no le aportan otros que también cultiva y por los que también ha recibido reconocimientos?

- Veo la novela como algo muy parecido a ocupar un terreno hasta que construyes una casa, mientras que los cuentos los percibo como algo más parecido a viajar a algún lado; puede ser un viaje muy intenso, pero siempre es breve. Para mí, la novela implica una obligación de congruencia, mantener un cierto tono, ofrecer diferentes intensidades en la prosa... Y el cuento es algo más concentrado. Además, en una novela el lector puede tener cierta paciencia y reengancharse después de unas páginas un poco flojas, mientras que en el cuento no te permite esa posibilidad de subir y bajar, pero a la vez te ofrece muchas libertades temáticas.

- Sin embargo, pese a esa libertad que ofrece un mismo volumen de cuentos, en «La vaga ambición» optó por desarrollar un tema común: la naturaleza de la escritura, y precisamente ha sido uno de los matices valorados por el jurado del Premio Ribera de Duero. ¿Tenía claro desde el principio la estructura?

- Sí, siempre pensé en él como una unidad y fui desarrollando cada uno individualmente para que tuvieran cierta autonomía, pero que funcionaran en relación a los demás. A todos los une un narrador central y una serie de reflexiones y resonancias, pero a la vez son cuentos muy distintos: algunos tienen una clave más dramática, en otros tiene una presencia muy marcada el humor... Ahora está en el lector elegir cómo lo aborda.

- ¿Qué tiene Antonio Ortuño del protagonista -un escritor cuarentón- o, lo que es lo mismo, hasta que punto es un libro autobiográfico?

-Quise jugar, e incluso satirizar, con esta obsesión de cierta literatura contemporánea por lo que se llama autoficción. No se trataba un libro de memorias, sino de hacer una especie de juego literario con la propia biografía. Es una vuelta de tuerca. No hay absolutamente ninguna intención de acercarse a la realidad o de contar con una especie de catarsis personal en la narración de estos relatos, aunque sí que es verdad que hice un saqueo importante de mi propio anecdotario. Lo que a mí me interesa es la eficacia de la ficción, y en este caso he intentado aprovechar mi experiencia para insuflar esa vitalidad.

- Murray se ve obligado a ponerse al servicio de una producción de televisión para sobrevivir. ¿Si usted se viera en la misma situación lo haría pese a supusiera 'pervertir' su forma de concebir la literatura?

- ¡Claro que sí! He tenido trabajos peores para sobrevivir. He escrito guiones de largometrajes y he colaborado en otros proyectos, incluso ahora mismo autores mexicanos están trabajando guiones basados en mis novelas y también tengo ahí una labor de asesoría y de revisión. No creo que dedicarse a eso sea prostituirse, pero sí que me llama mucho la atención el hecho de que, sin duda, la vertiente más popular de la narrativa contemporánea sean las series de televisión por encima de cualquier otra manifestación de la narrativa; pero no se trata de un producto como lo era en el siglo XIX, donde la gente leía a Balzac o Flauvert por entregas y se juntaba para hablar, ahora los que escriben las series son todos equipos de guionistas, donde la autoría individual desparece casi desde el primer minuto. Me inquieta que derive hacia ahí el arte narrativo; no se puede decir que sean malas narraciones porque se produzcan industrialmente, algunas lo son precisamente por ello, pero me interesaba reflexionar sobre ello.

- «El Quijote» cobra protagonismo en otro de sus relatos, ¿hasta qué punto le ha influido esta obra y que relación ha tendio con ella?

- La misma que puedo tener con la Biblia en un cierto sentido. Mi abuelo era un profesor manchego y lo suyo era veneración por el Quijote, así que desde muy pequeño me ha acercado a él. Creo que cualquiera que escriba en español debe entender que es el escritor ineludible, que es la piedra angular de la tradición narrativa en nuestro idioma; me parece un libro inagotable y por eso de alguna forma queda retratado, aunque la relación del personaje con el Quijote termina siendo como de insolencia.

«Me inquieta que el arte narrativo derivre a una producción industrial»

- A través de sus libros ha tratado temas políticos y sociales que afectan a su país. ¿Tratarlos o ficcionarlos es una manera de denunciarlos sin correr el peligro que hoy tienen los profesionales de los medios de comunicación en su país?

-Es cierto que nadie que lea un libro literario, aunque esté directamente escrito sobre lo que pasa en un barrio o en una ciudad, se va a preocupar por ello como se preocupa por la nota de un periódico o radiofónica porque eso tiene una consecuencia política inmediata, y porque tambien hay en ellos un espacio simbólico que se disputan el poder institucional y el poder criminal. Yo escribo sobre temas políticos porque me interesan, y porque me resulta muy difícil escribir sobre algo que no tenga absolutamente nada que ver con ello, incluso en «La vaga ambición», aunque se centra en literatura. Es muy difícil escribir de espaldas a eso cuando vives en un país cuando en los últimos años ha habido 200.000 muertos y una cifra incalculable de desaparecidos, y ves que el discurso público y político lo omite.

- Es señalado como uno de los autores destacados de una nueva generación de escritores latinoamericanos, ¿Qué cree que os caracteriza esta nueva oleada?

- ¡Caray! Siempre hay nueva generación de escritores latinoamericanos porque somos una cantidad ingente de gente de muchos países y tradiciones distintas, muchas maneras de encarar el idioma, y porque, además, por nuestras circunstancias económicas y políticas emigramos como si no hubiera otra cosa que hacer. y pasa lo mismo con argentinos, peruanos... Eso hace que haya una literatura muy vital, que se renueva con nuevas voces, pero no creo que haya una sola generación o una capa de escritores articulados.

- ¿Cuál serían hoy sus autores de referencia?

- Pienso en Mariana Enriquez, en Argentina, que somos de la misma generación, Jeremías Gamboa en Perú, Fernanda Melchor, Nicoláss Cabral... Podíamos hacer varios equipos de fútbol con ellos.

- En sus cinco años de vida, los Premios Ribera del Duero han reconocido obras de autores mexicanos y argentinos. ¿Sirven estos galardones para, de alguna manera, acercar la literatura que se está haciendo al otro lado del Atlántico y que de otra forma no llegaría?

- Puede ser. Es cierto que para el sector latinoamericano se convierte en un mecanismo de difusión importante; yo he publicado varios libros en España, pero es muy distinto dar con una plataforma de un premio tan importante. Los lectores te empiezan a ubicar mucho más.

«Las dos últimas generaciones de escritores españoles son pocos conocidos en muchos lugares de América Latina»

- ¿Cómo salvar esas cortapisas que hacen que la buena literatura de autores de su país no lleguen a España si no es por medio de premios o viceversa?

-En este momento a mí me resulta más complicado encontrar un libro de un autor joven español en México que encontrar aquí de autores mexicanos. Creo que en un momento pasó algo que alguien tendrá que historiar alguna vez. La industria editorial española entró abrumadoramente en América Latina en los 90 y ocupó posiciones clave; compraron sellos locales y orillaron a nuestras editoriales independientes e incluso las absorbieron, pero por propia lógica éstas comenzaron a fichar latinoamericanos y entonces ha sucedido lo contrario, lo que comienza a llegar a aquí son escritores latinoamericanos de más de veinte países. Estamos como en el regreso de la ola. Las dos últimas generaciones de escritores españoles son pocos conocidos en muchos lugares de América Latina. En este momento está más cuesta arriba para un escritor español ir para allá que viceversa.

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