Artes&Letras
Antonio López entre amigos
Los hermanos López Hernández, Cristóbal Toral, Amalia Avia, Isabel Quintanilla, Carmen Laffón, María Moreno, Esperanza Parada y José Hernández completan la nómina de autores de «Realistas», que reúne más de 130 obras en el Patio Herreriano
Los hermanos Julio y Francisco López Hernández, Isabel Quintanilla, Amalia Avia, Esperanza Parada, María Moreno, y Antonio López a la cabeza. Sin manifiestos fundacionales y sin proponérselo componen un grupo artístico cohesionado por la relación de amistad y familiar y por unos presupuestos estéticos similares, el de los realistas madrileños (de adopción algunos). Como ellos, Carmen Laffón, Cristóbal Toral y José Hernández se situaron al margen de las corrientes abstractas dominantes en el mundo artístico a partir de la década de los sesenta y completan la nómina de autores para la antología del realismo español que exhibe el Museo Patio Herreriano de Valladolid hasta el 26 de marzo.
«Anteponían el testimonio de la vivencia personal a la mera captación de la realidad buscando lo cercano y lo familiar. Se les llamó «nuevos realistas», a pesar de que sus obras en algunos casos iban más allá del realismo, evolucionando hacia formas y tendencias de la figuración», explican en un texto las dos comisarias de la muestra, María López y María Toral.
Frente a los retratos puros y aislados, Toral enmarca a sus personajes en escenas narrativas
Más de ciento treinta obras -entre pinturas, esculturas y dibujos-de esos diez autores dan contenido a una exposición que se extiende por cuatro salas y la capilla del espacio, además de hacerse presente en los pasillos del claustro alto. Todo ello organizado bajo los argumentos temáticos de espacios interiores o exteriores, la figura humana y naturalezas muertas y bodegones.
«Realistas» es una de las pocas muestras colectivas en las que la representación femenina se equipara a la masculina, aunque es Antonio López quien adquiere un papel protagonista en la exhibición del museo vallisoletano. Aporta veintitrés obras, desde las dos esculturas monumentales («Carmen despierta» y «Carmen dormida»), las cabezas de bebé que ‘invaden’ la capilla, hasta dibujos preparatorios de algunas de sus creaciones.
La figura humana, los espacios y las naturalezas muertas marcan el hilo argumental de la muestra
La selección ilustra con ejemplos la meticulosa forma de trabajar de Antonio López que plasmó Víctor Erice en su película ‘El sol del membrillo’. Su óleo sobre tabla «La cena» está acompañado por el paso previo a su ejecución: un montaje de varios dibujos en el que el artista iba superponiendo los distintos elementos que aparecerán en la obra final (realizada entre 1971 y 1980). A lápiz y sobre papel esbozó también su «Perro muerto», con anotaciones del autor sobre los tonos que quería llevar al cuadro. A escala real, de frente y de perfil, dibujaría también su «Hombre tumbado», de bronce, que aparece al lado del boceto realizado a lápiz y rotulador.
En el apartado dedicado a las naturalezas muertas, Antonio López documenta casi el proceso de marchitamiento de las flores, mediante varios cuadros de la serie «Rosas de Ávila», pinturas firmadas en 2016. Muy cerca, otras flores y bodegones de su mujer, María Moreno, y de Carmen Laffón y de Esperanza Parada. Las tres están presentes con varios cuadros más en el capítulo de espacios y calles, donde se hace fuerte otra de las artistas seleccionadas, Amalia Avia, con sus comercios antiguos y mobiliario.
«Realistas» quiere ser un homenaje a Francisco lópez, fallecido mientras se preparaba la muestra
También se otorga un protagonismo destacado en la muestra a los dibujos y esculturas de Julio López. Y de su hermano Francisco López, fallecido en pleno proceso de preparación de «Realistas» y para quien la exposición se ha querido convertir en homenaje póstumo. Francisco López aparece en el óleo «Interior. Paco escribiendo», realizado por su mujer, Isabel Quintanilla, a su vez llevada por su compañero a algunas de sus esculturas.
La figura humana es uno de los motivos recurrentes en la exposición y en la obra de los artistas, quienes muestran a las claras en este apartado los rasgos que los diferencian. Frente a los retratos puros y aislados, donde el retratado se lleva todo el protagonismo, Cristóbal Toral llena de elementos narrativos sus escenas pictóricas con personas, a menudo rodeadas de maletas, en mudanzas, llegadas, esperas... Mientras, José Hernández imprime en sus pinturas un halo onírico entre personajes fantásticos.
Como ha señalado el crítico e historiador del arte Daniel Giralt-Miracle, partiendo de una formación clásica común «tuvieron la habilidad de tomar un camino personal, en el que la contemplación y la reflexión juegan un papel determinante».