Ignacio Miranda - Por mi vereda

Ante el tribunal terreno

«...En el fondo, este enésimo capítulo del expolio de las cajas proviene de la marginación de la filosofía y las humanidades»

IGNACIO MIRANDA

Cuando a Rafael El Gallo le presentaron a Ortega y Gasset como filósofo, y le explicaron que semejante oficio consistía en pensar, exclamó aquella célebre respuesta de «hay gente pa tó». Tanto es así que, hasta no hace mucho, hemos visto a un doctor en Filosofía y sociólogo presidir la extinta Caja Segovia, disuelta en el gigante Bankia para enojo de muchos ciudadanos, cuya cuestionada gestión unida a la codicia va a sentarle en el banquillo junto a otros cinco ex directivos.

Atilano Soto Rábanos, otrora prócer del PP en su provincia, prohombre que acumulaba poder y canonjías desde las rojizas tierras de Ayllón a las arenosas del Carracillo, general en jefe desde donde sale el sol hasta el ocaso, tendrá que responder ante la justicia por dos presuntos delitos de apropiación indebida y administración desleal. Según el auto, con cargo al presupuesto de 2010, los seis encausados aprobaron un plan de prejubilaciones propio por valor de diecisiete millones de euros, con abuso de las funciones sociales encomendadas y en perjuicio de la entidad.

Con su voz atiplada y la impronta beata que deja el seminario, el octogenario político pedía silencio y serenidad para afrontar el próximo trance de verse ante las togas de un tribunal terreno. Condiciones harto aconsejables para realizar examen de conciencia y acto de contrición. Le llamaban jocosamente «Atiline» por sus cargos interconectados: presidente de la Diputación, de la Federación Regional de Municipios y Provincias, de la empresa pública Segovia 21... En el fondo, este enésimo capítulo del expolio de las cajas proviene de la marginación de la filosofía y las humanidades. Sí. Mola más el coche oficial y el sillón en el consejo de administración, con las consabidas prebendas, que enseñar el pensamiento de Aristóteles, la escolástica de Santo Tomás o el tostón de los existencialistas. Por supuesto, de la idea del bien en la ética platónica ni una palabra. ¡Faltaría más!

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