Ignacio Miranda - Por mi vereda
Amor al árbol
«Allí sigue la singular secuoya roja de 25 metros de altura que se ha convertido, por derecho propio y por su aire californiano, en mástil arbóreo del claustro»
Suma 140 años de fecunda existencia y posee una salud aceptable con achaques, propios tanto de la edad como del ambiente. Es compañera de quinta de personalidades como Konrad Adenauer o Manuel de Falla . La plantaron de jovencita en su alcorque del Patio de Escuelas de la Universidad de Salamanca , allá por 1876. Allí sigue la singular secuoya roja de 25 metros de altura que se ha convertido, por derecho propio y por su aire californiano, en mástil arbóreo del claustro . No tuvo la suerte de que Gerardo Diego le dedicara un soneto como al célebre ciprés de Silos, pero vio pasar, pasear y pensar a su lado a Miguel de Unamuno en su época docente.
El histórico árbol presenta problemas de conservación por la presencia de cochinilla y pulgón, aparte del notable perjuicio procedente de los excrementos de estorninos, tórtolas y palomas que pernoctan entre sus ramas. Para paliarlos, la institución académica aplicará diversas medidas naturales recomendadas por expertos, como la fumigación con agua a presión o la suelta de mariquitas para contener la plaga, además de la colocación de una malla de escaso impacto visual -a modo de redecilla, que por algo la secuoya es femenina, distinguida y coqueta- que impida la entrada de aves.
En una tierra donde la dendrofobia u odio al árbol encarna un mal endémico que viene de antiguo, ya fuera para evitar escaramuzas en las guerras o por la obsesión de roturar suelos forestales para su posterior cultivo, resulta admirable el celo de conservar con todo vigor este vetusto ejemplar . Porque en parques y jardines, en montes y bosques, el árbol es uno de los más fieles aliados contra el cambio climático. Dan mucho, muchísimo, a cambio de muy poco. Su cuidado también refleja el grado de civilización de una sociedad. No los olvidemos.