Fernando Conde - Al pairo
Amelia Legido
«Su decisión vital de no dedicarse de forma profesional a las tablas, quizá nos haya privada de otros muchos papeles que, sin duda, hubiera convertido en magistrales actuaciones»
Quienes aún preferimos la larga y rica tradición española a la «carnavalización» de la víspera de Todos los Santos seguimos haciendo lo mismo que hacíamos antes de que Halloween se apoderara de nuestro tiempo y, sobre todo, de nuestro espacio. Parece que la batalla está perdida con las nuevas generaciones, de ahí que la Iglesia, con la inteligencia que se le supone a una institución milenaria, haya dado vida a su muy curioso «Holy Win» que, si bien es una manera inteligente de contratacar, no deja de ser en cierto modo también una de claudicar. Pero ya se sabe que el cliente siempre tiene la razón y que o te renuevas o te mueres. Y morirse por conmemorar a los muertos parece cosa de chiste.
Pero hay cosas que afortunadamente siguen sucediendo: el chocolate con churros, los huesitos de santo, los buñuelos o la representación del Tenorio, todo un clásico, sobre todo en la ciudad de su autor, que por estas fechas renueva sus votos anuales. Y una vez más era obligado acudir al teatro para escuchar esos versos inmortales de Zorrilla puestos en boca del mujeriego don Juan, de la pavisosa doña Inés y, cómo no, de la ladina y divertida Brígida, encarnada, una vez más, por esa actriz inconmensurable que es Amelia Legido. Amelia Legido es a la Brígida del Tenorio lo que Lola Herrera a la Menchu de «Cinco horas con Mario», y a sus -espero que no me tenga en cuenta la descortesía- noventa y tres años sigue siendo insuperable en ese papel.
Amelia Legido es una actriz de corazón y alma. Su decisión vital de no dedicarse de forma profesional a las tablas, quizá nos haya privada de otros muchos papeles que, sin duda, hubiera convertido en magistrales actuaciones. Pero sea como fuere, sigue siendo un enorme placer verla cada año sobre el escenario. Y que cumpla muchos más…