Artes&Letras

Amable Sánchez: poesía irremediablemente humana

Sin olvidar su origen salmantino, este profesor universitario, periodista, abogado y miembro de la Academia Guatemalteca de la Lengua ha desarrollado una obra poética aún en marcha e integrada por una docena de títulos interesantes

Amable Sánchez Torres, en una charla ante universitarios ABC

ANTONIO PIEDRA

La poesía española guarda en sus entrañas silencios clamorosos porque, a menudo, hay poetas que imponen ese silencio por coherencia y disciplina. Piensan, acertadamente, que sólo en la lejanía adquieren consistencia los grandes rumores de la palabra. Es el caso de Amable Sánchez Torres que, con 81 años, apenas si tenemos rastros de su paso por la literaria castellana. Al hablar de él en este suplemento, lo hago con el respeto profundo que imponía Virgilio en el libro X de la Eneida: «Quid me alta silentia cogis rúmpere?», ¿por qué me obligas a romper mi profundo silencio? Hay silencios cuya hermosura es un canto en sí, y tan sutil, como dice el propio Amable, «que apenas se oye».

«Su producción continúa hasta el presente: «Después de cada escritura/hay otra... Y otra... Y otra», ha escrito el autor

Sin embargo, al rebuscar en las revistas históricas -Álamo, Rocamador, Poesía Española, Caracola, etc.- el nombre de Amable Sánchez aparece con frecuencia. Este salmantino, que nació en Morasverdes, en 1935, vive en Guatemala desde 1966. Aquí llenó su vida en plenitud de oficios. Primero, como religioso, y luego, una vez secularizado, como profesor universitario, notario, periodista, abogado, y académico de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Con humildad socrática y humorismo charro, se define como «un Quijote que al final tan sólo he sido un tonto de capirote».

Lo que no podemos negar en Amable Sánchez es su condición humana y su personalidad poética. Si escuchamos de viva voz su propio relato vital -en el acto que le declara «autor nacional» en Guatemala, octubre de 2014-, salta a la vista un hombre de humildad cercana, de sabiduría práctica, y de filosofía cuajada. Y sobre todo aparece el poeta de pretensiones limpísimas. Sus horizontes, sin olvidar su origen español y salmantino, se concretan en «una patria y una casa»: Guatemala como conciliación de dos continentes que hace visible el tiempo, la palabra, y la infinitud que le proporcionan las distancias amadas.

Con humildad socrática y humor, se define como «un Quijote que al final tan sólo ha sido un tonto de capirote»

En este ámbito de arte solitario y desnudo , organiza Amable Sánchez su obra poética con una docena de títulos interesantes. Destaco los que ponen al descubierto la parte de misterio y revelación que es tan importante en la filosofía de este poeta: La hora de las tentaciones (1973), Irremediablemente humano (1976), Tratado del amor y de la muerte (1984), Proverbios y cantares que se le olvidaron a Machado (1998), o Como al pasto el rocío (2010). Producción que continúa hasta el presente: «después de cada escritura/ hay otra… y otra… y otra…», señala.

No mira este poeta con los anteojos de la moda, sino «con lo que anhelo y adoro» que importaba tanto a Rubén Darío. Amable Sánchez lo transforma todo en una compleja poesía de la sencillez, cifrada en moldes clásicos y verso libre. Busca con insistencia las «posturas y definiciones» cordiales que perseguía Machado, y también la transparencia que, por vía tomista, sitúa al mundo en su entorno creado y en su extensión trascendente que «anida como un clavo en una idea». Y ante todo, la razón amorosa como experiencia de un mundo bien construido. Esta realidad tajante llega hasta un reciente poema, titulado «Agonía entre el loco y la luna», donde un yihadista obseso asesina a su propia madre como metáfora de amor encanallado: «Y cuando sueñes que te persiguen/ y te revuelques en tu propio miedo y en tu propia angustia/… y una gacela se acerque a ti/ y te acaricie dulcemente con su hocico,/ será tu madre». Poesía silenciosa que nos llega desde el otro lado del charco, pero irremediablemente humana.

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