Cultura / Libros

«Algo habremos hecho mal cuando la brecha social que había en torno a la Guerra Civil permanece»

La periodista Cristina López Schlichting ha presentado en León y Valladolid su primera novela, «Los años modernos», una obra que saca a la luz valores que estuvieron muy presentes en aquellas generaciones de los años 60 y 70

La periodista Cristina López Schlichting, durante su paso este martes por Valladolid F. HERAS

H. DÍAZ

Tras dos primeros libros, la periodista Cristina López Schlichting (Madrid, 1975) se estrena en el género de la novela con «Los años modernos» (Plaza&Janés), una obra que define como «vintage» y que saca a la luz valores que ahora están soterrados pero que estuvieron muy presentes en aquellas generaciones de los años 60 y 70, que a diferencia de la posguerra y pese a ser una época «interesantísima», ha sido muy poco trasladada a los relatos literarios. Esta semana ha pasado por las ciudades de León y Valladolid para presentar su libro, momento que aprovechamos para charlar con ella.

- ¿Cómo surgió la novela?

- Durante años me he dado cuenta de que el relato de los años 60 y 70 no estaba hecho literariamente; había autores que aludían a él, por ejemplo, Javier Cercas, Martínez Pisón o Antonio Orejudo, pero el peso de la guerra y de la posguerra era tan intenso en la memoria colectiva y tenía tanto atractivo literario, que incluso autores de mi edad o un poco mayores lo han recogido continuamente, mientras que la segunda parte del franquismo, que fue interesantísima, sencillamente no tenía relato.

- ¿Qué diría de aquellos años 75 y 76 en los que se ambienta la novela?

- A mí me ha servido como atalaya para abarcar una época que en realidad culturalmente fue más amplia. El libro se desarrolla entre enero del 75 y enero del 76, pero ciertamente recoge la experiencia de la gente que nació entre 1960 y 1980 y que hizo la EGB. No me interesó tanto el transfondo político, al que también se alude, como el cambio social que se dio, porque verdaderamente Franco sobrevivió al franquismo. Él tuvo una vida larga y no acaba de morirse, que es lo que la protagonista percibe, esa agonía larga del que llamaba el Caudillo, y en ese periodo de tiempo se da una transformación social y cultural que después hace posible una rápida Transición.

«La escuela actual está empeñada en proporcionar conocimientos culturales pero ha renunciado a educar en el sentido más profundo de la palabra»

- ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?

- No me gusta la tristeza ni me gusta esa sensación de que cualquier tiempo pasado fue mejor; de hecho, «Los días modernos» no es una novela histórica, es una novela «vintage» porque ha pasado demasiado poco tiempo. Ésta es la infancia de Susana Díaz, de María Dolores de Cospedal, de Soraya Sáez de Santamaría, de tantas y tantas mujeres que ahora están en la actualidad. Lo que se percibe también son muchos valores que hoy están soterrados; es como si cierto peso de la cultura dominante hubiera convertido en políticamente incorrecto cosas que en el fondo están en el adn de la gente y que yo sí reivindico. En «Los días modernos» se observa una valoración de la familia, una capacidad de sorpresa que las nuevas generaciones hoy están perdiendo... También hay un deseo de justicia claro y una clara identificación de la maldad humana frente al relativismo.

- ¿El tiempo que ha tocado viviar a las nuevas generaciones hace menos posible que desarrollen esos valores?

- Creo que estos niños modernos crecen muy aislados, pasan muchas horas con los dispositivos electrónicos, ven menos a sus padres porque los dos trabajan y están en una escuela muy empeñada en proporcionarles conocimientos culturales pero que ha renunciado a educar en el sentido profundo de la palabra. A mí me parece que estos valores se aprenden; no son innatos o por lo menos hay que reforzarlos, y en la novela queda de relieve también que hubo una escuela, la de esos años, de la EGB, donde los profesores asumían un papel que va más allá de proporcionar nutrición intelectual al niño. Eran profesores que tenían el concepto claro de persona, que sabían que había alumnos con dificultades de integración y que había que recurrir a la ayuda de otros para que esto se produjera... Eran profesores que se vinculaban con la familia y que, además, eran estimados por ella respetando su absoluta autoridad.

- ¿Qué tiena Cristina López Schlichting de Amelia, la protagonista?

- Lo que tiene pertenecer a esa generación; ninguno de nosotros puede decir ser original con respecto al tipo de familia, al bloque donde vivía, al fenómeno social que percibió con la expansión de las ciudades, la aparición del electrodomésticos, la sorpresa frente a la modernidad, la apertura al exterior... Todo eso es parte de mi infancia como lo es de toda una generación.

- ¿Y le hubiera gustado que sus hijos hubieran crecido entonces?

- Yo creo que aquella época tuvo sus ventajas y desventajas, y a mí me gustó poner de relieve las primeras. Sí me hubiese gustado que ellos hubiesen tenido familias más estables, entornos sólidos desde el punto de vista humano... Pero, indudablemente, ellos tienen cosas que nosotros no tuvimos; hay una muy radical sinceridad en esta generación a la hora de llamar al pan pan y al vino vino; hay menos hipocresía social, aunque sigue habiéndola, e indudablemente un cambio de era industrial, digital, que nosotros no vivimos.

- Relata en el libro que por aquel entonces, los profesores «se saltaban con rigor los temas finales de los libros de Ciencias Sociales», que recordaban temas como la Guerra Civil. ¿Cree que si entonces si hubiera tratado con naturalidad no seguirían los rencores ni partidos intentando sacar rédito político de entonces?

- Es una duda que tengo. Indudablemente los que ahora somos adultos hemos hecho algo mal; la brecha social que había en torno a la Guerra Civil permanece, incluso hay quien ahonda en ella, y esto es porque no hemos sido capaces de generar un discurso común en torno a ella; cuando ves la experiencia de Alemania o de Francia, ellos han hecho una épica sobre el pasado. En Alemania, estableciendo que fue condenable y que los aliados salvaron la situación; en Francia, ensalzando la resistencia. Nosotros, en cambio, al haber pasado en blanco esa página estamos prácticamente en el mismo lugar; pero tengo mis propias dudas de que seamos verdaderamente capaces de afrontar un discurso común, porque un discurso común requiere de una grandeza moral que yo veo en muy pocos dirigentes actuales.

- ¿Le sirvió la novela para desconectar, de algún modo, de la vorágine de noticias del día a día?

- Yo no diría para evadirme, diría para profundizar en las cosas; vivimos a una velocidad trepidante, hay un flujo de información inútil; utilizas buena parte de tu cerebro para archivar datos que cinco días más tarde son obsoletos... Mientras, la literatura permite un ritmo más humano, más parecido al ritmo biológico, y eso te permite pensar sobre ellas. A mí no me ha servido para evadirme sino para vivir mejor, para ahondar y profundizar en las cosas.

- Y ahora que le ha picado el gusanillo literario, ¿va a seguir?

-Es inevitable. Realmente es verdad que el periodista escribe siempre. Incluso la expresión oral en la televisión y en la radio es literatura, pero esto es distinto, y yo ya vivo con las aventuras de Amelia y con dos ideas nuevas que tengo, y realmente creo que nace una vocación aquí.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación