Alejandro J. García Nistal - Noción personal

Posturas y agendas

«El tiempo y sólo el tiempo imprimirá la forma histórica de gobernar de Mañueco»

ICAL

La aureola «lleunesista» intenta seguir de actualidad. Mucho ha contribuido a ello la postura del alcalde de León, José Antonio Diez, ante la visita del presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco. El socialista, quizás por prolongar el minuto de gloria que ha tenido en los telediarios la semana pasada al socaire del catalanismo, apura hasta la última gota el cáliz antes de estrellarse contra la terca realidad. A esto no le da la vuelta ni Martín Villa en su mejor época de ministro de Interior, de la Gobernación que también se decía. El provincialismo del alcalde de Valladolid, del de León y de todos aquellos amigos del victimismo fácil ya es un discurso cansino hasta para los sectores sociales más jóvenes y más manipulables en esto de la arenga con historia falseada si hace falta.

Mucho más «listín» resultó el presidente de la Diputación de León, Eduardo Morán que, aunque también socialista, sabe de sobra que las relaciones con la Junta si son buenas se obtiene mucho más a la larga, dialogando y construyendo y…trabajando.

Y en estas posturas nos fijábamos cuando se nos anuncia una ronda de visitas institucionales a las nueve provincias y media de la Comunidad por parte de Mañueco. José María Aznar visitó y conoció a toda aquella persona que era alguien o merecía la pena para su proyecto y el hacer funcionar la autonomía, artistas y filósofos incluidos. Juanjo Lucas, sin embargo, se caracterizó entre otras cosas por ser el único presidente que ha «pateado» todos los municipios, que ya son, de Castilla y León. Juan Vicente Herrera colecciona encuentros y visitas pretéritas, aunque su agenda era un tanto peculiar por el celo de establecer una equidistancia. «Juanvi» era más de inauguraciones y visitas protocolarias. El tiempo y sólo el tiempo imprimirá la forma histórica de gobernar de Mañueco, aunque ya advertimos que eso de las giras por las provincias está muy bien, pero con papel y boli, como aquellos cuadernos de quejas que presentaron en la primera república francesa todos los representantes del pueblo emancipado.

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