Alejandro J. García Nistal - Noción personal
Arandina y las redes sociales
«Disparatada, abusiva y de falso ejemplo podemos calificar los 38 años de condena a los tres jóvenes descerebrados»
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La sentencia contra los tres jóvenes jugadores de la Arandina ha copado parte de estos días de «congas» en las Cortes y «la llamada» de Pedro el Grande. Cosas de presidentes. El papel de las redes sociales y su influencia en la opinión pública es un asunto digno de constante estudio, como novedosas son las formas y canales que a cada poco se ponen a disposición del gran público por parte de compañías de telecomunicaciones informáticas.
Disparatada, abusiva y de falso ejemplo podemos calificar los 38 años de condena a los tres jóvenes descerebrados que, sabiendo que siempre en torno a los deportistas que pueden destacar existen grupos de admiradores y no sólo con fines de sana deportividad, el haber caído en un acto a todas luces delictivo con una menor de edad. Si usted mata a un hombre por llevar tirantes de la bandera de España es casi un héroe cuya vida le hará pagar a cambio cinco pequeños años de condena. Somos así. O esos menas de Bilbao que, siendo magrebíes, cosa que no debería importar, al día siguiente salieron de «chirona» y a esperar juicio tan ricamente en casa, ajena por supuesto. Y la ciudadanía se queja, se encabrona con perdón, y suelta en las redes sociales todo lo que llevan dentro.
Y el asunto se distorsiona y lleva a lugares y utilización de grabaciones privadas para aumentar el ruido y arrimar unos lectores más, unos megustas más al perfil de turno. El desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento y cuando el agitador de masas se ve acorralado dispara contra la prensa, siempre los periodistas son los malos.
Pues precisamente en los periodistas está la solución. Si las redes sociales, que no son medios de comunicación periodística, no son periódicos, ni diarios porque no existe detrás de su mayoría unos gestores profesionales, titulados con unos conocimientos mínimos de leyes, ética y deontología que difícilmente separe al profesional del buscavidas.
Vidas precisamente las frustradas por exceso de condena a unos jóvenes imprudentes que delinquieron en una trampa en la que a ellos se sometieron.