Ignacio Miranda - Por mi vereda

Adiós al lince andariego

Al intrépido y curioso «Kentaro», el instinto le guió casi a orillas del Atlántico, como nuestros grandes ríos salvo el Ebro

Ignacio Miranda

Uno escucha «Kentaro» , voz que mezcla lo exótico y comercial, y piensa enseguida en una tienda de decoración zen, en una colonia de hombre lanzada para la campaña de Navidad o incluso, llevado al mundo de las mascotas, en un perrito de Tamara Falcó. Para nada. Era un lince de tres años , nacido en cautividad y liberado en los Montes de Toledo a finales de 2014, que hace unos días murió atropellado en una autovía cerca de Oporto después de recorrer 3.000 kilómetros por la Península Ibérica cruzando ríos y carreteras.

A modo de escapulario, el montaraz felino portaba un collar con GPS-GSM para seguir sus movimientos desde satélite y desde tierra. Como es natural, un animal controlado con tanto artilugio moderno no se va a llamar «Perdigón», «Barbero» o «Capuchino», que suena a nombre de astado de Miura, de Concha y Sierra, de Graciliano Pérez Tabernero, porque luego los antitaurinos se revuelven. Pues nuestro amigo, nada más ser soltado, emprendió dirección norte/noreste hacia La Rioja. Luego viró hacia el oeste para recorrer varias provincias de Castilla y León trazando un línea paralela al Duero. Mostró acusadas querencias a Zamora , donde fue visto en varias comarcas y cobró una liebre, con incursiones puntuales tanto en Galicia como en la región portuguesa de Tras Os Montes.

Los técnicos han podido constatar la capacidad de supervivencia del ejemplar al cazar desde conejos a cérvidos y roedores, además de su movilidad, alternando jornadas con desplazamientos de veinticinco kilómetros y otras de permanencia en ciertas zonas, según la facilidad para alimentarse. Al intrépido y curioso «Kentaro», el instinto le guió casi a orillas del Atlántico , como nuestros grandes ríos salvo el Ebro. Buscando, quizá, la libertad del agua de los mares que cantaba El Lebrijano. Dejando atrás una Hispania que no sólo es tierra de conejos, sino de perpetuos líos.

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