Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos

Adiós, alcalde

«Bolaños fue uno de esos socialistas en peligro de extinción. Un político poco egocéntrico, un señor. »

Para entender Valladolid lo que más hay que hacer es pasear. Hay otras ciudades que se recorren mejor en moto, en postales o incluso en Google Maps. Pero Valladolid hay que recorrerla a pata y haber leído a los escritores que la han descrito. A sus poetas, que son un callejero propicio de rincones por descubrir. «Valladolid, un estilo». Valladolid está hecha de iglesias y de plazas, ya digo, de tejados con sus tejas soleadas . Mi Valladolid, levantada sobre sí misma, construida de retales de otros siglos.

Valladolid está hecha de retales de otros siglos y de paseantes sobre todo. Y Tomás Rodríguez Bolaños era parte ya de ese paisaje de un Valladolid de paseantes. De mi Valladolid, porque a este cronista le pilla tarde la alcaldía de Bolaños. Tomás en mis recuerdos siempre aparece de paseante. A veces me lo cruzaba y me hablaba de su amistad con mi abuelo, de La Mudarra . Yo le decía Alcalde y él me decía que «Tomás». Nunca presumió de haber sido alcalde, ni de nada en realidad, de ahí que yo lo tenga por un gran político sin haber vivido apenas su alcaldía. Por eso y porque Valladolid pasó del blanco y negro al color durante su mandato, Bolaños fue uno de esos socialistas en peligro de extinción. Un político poco egocéntrico, un señor.

De la ciudad se escapan aquellos que buscan el éxito y se van a la jungla capital. Allí unos mueren olvidados entre cemento y vidas que no cesan y otros, por suertes y mérito, consiguen el éxito de pervivir al olvido y al paso de las modas. Lo difícil, muchas veces es quedarse, porque Valladolid es una ciudad agradecida sólo a medias. Y las distinciones y los honores a uno le llegan generalmente cuando ya ha muerto , que es precisamente cuando ya no le levantan ni le exaltan. Y a Bolaños le quieren hacer ahora Hijo Predilecto y concederle la Medalla de Oro a título póstumo. Se lo merece, aunque lleguen tarde. Pero el alcalde tenía ya otros galones, quizá mejores: que su nombre quede en la historia de la ciudad escrito junto al de Paco Martín Abril, Eloisa García de Wattenberg, Félix Antonio o Corral Castanedo entre otros muchos. Un Valladolid que habla por sí solo. Una ciudad, la del Pisuerga y la Esgueva, que era la misma o quizá era más Valladolid si cabe.

De este Valladolid actual uno de sus mayores artífices fue Tomás. «Madrid lo hicieron entre Carlos III, Sabatini y un albañil de Jaén, que era el que se lo curraba», escribió Umbral . Pues bien, Valladolid es un invento de otros siglos, pero Bolaños se lo curró para ponerla camino del XXI.

Descanse en Paz.

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