ARTES&letras castilla-la mancha

Roberto Juarroz: buscar las cosas donde no están para encontrarlas

«Una voz única del siglo XX» en palabras de su amigo Octavio Paz

El determinante diagnóstico del doctor Marañón a una poeta

Roberto Juarroz. ABC

MARI CRUZ MAGDALENO

Lo que a Roberto Juarroz le marcó y le hizo poeta fue un columpio en el que se balanceaba de niño en la casita ferroviaria de Coronel Dorrego, la población argentina donde nació en 1925, en la que su padre era jefe de estación. Lo supo años más tarde, cuando visitó la ciudad y le dijeron que aquel árbol donde todavía estaba colgado el balancín siempre se había llamado «árbol del cielo». No fue hasta 1958 (33 años) cuando publicó su primer poemario «Poesía Vertical» y desde entonces hasta más allá de su muerte (publicó dos post mortem) todos sus libros, quince en total, se llamaron así, Poesía Vertical, «porque la poesía experimenta una doble ley de gravedad, hacia abajo pero también hacia arriba».

Aquel niño creció buscando mediante la poesía esa conexión sin distracciones -vertical- entre lo real tangible y lo irreal intangible, y encontrando, siempre en el revés de las cosas (lo que no es también es), «la más alta forma de verosimilitud, sin ley ni explicación, que actúa en nosotros por iluminación de otra zona de la realidad», es decir, la realidad total. Una realidad que sólo atisbó de manera fugaz iluminado por la creación poética, una herramienta no sistemática, con otra lógica, que propicia «el salto» desde los límites de la sabiduría hacia el abismo ontológico supremo, allí donde no pueden llegar ni la ciencia, ni la filosofía ni siquiera la religión tal y como la conocemos.

La estación ferroviaria de Coronel Dorrego , donde su padre ejercía de jefe de estación cuando él era un niño

Decía Juarroz de su infancia, apuntando lo que sería su poesía: «Mi niñez que era pan anterior a la harina». Antes del poema ya estaba la poesía en su vida: ella «se nos impone», decía Juarroz, sobre todo cuando se nos abren los sentidos y los pensamientos a la experiencia del mundo, en la infancia y la juventud. Y ya estaba el poeta: «viví un alto grado de soledad positiva, me seducía ya la creación, el arte, la meditación y la contemplación». En ningún caso Juarroz careció de hermanos, primos, juegos, ni tampoco de cariño, su introspección y su soledad fueron buscadas, deseadas. Tranquilamente y sin pretenderlo, «no se puede escribir por desahogo o prestigio» llegaron los poemas. Juarroz tuvo la fortuna de disfrutar de un contexto que propició y activó su ser creador en su infancia y juventud: «pude experimentar la naturaleza, la tierra, la pampa, el campo abierto, los horizontes, el silencio, los árboles…» y la religión: «la iglesia católica, sus plegarias y libros, su devoción y piedad».

A Juarroz, alumno de colegios privados católicos, nunca le asustó la metafísica ni la mística ni la religión, es más, sin desarrollar en su edad adulta una religión «sistematizada» o «externalizada», él se definía como un ser religioso, y entendía que la búsqueda de lo absoluto era el gran reto del ser humano, al que sólo podía acercarse mediante la creación, sobre todo mediante la creación poética, están las otras artes sí, pero las ilumina la poesía. Nada como estas palabras definen su religiosidad y la certeza de la idea de colectividad, comunión y fraternidad entre los seres humanos que son diferentes, pero también iguales: «La identidad no se puede separar de la comunidad. Yo sé que solo no soy nada, pero yo soy yo dentro de esa realidad en la que estoy integrado. Gran parte de la perturbación que vivimos se debe a la crisis de identidad. Hay interferencias que nos impiden reconocernos dentro de una totalidad. Entre ellas la lucha infernal por el éxito, el dinero, el poder y ese disolvente de la caridad humana que es la comunicación de masas, con la que se nos abruma de manera cotidiana. Vivimos una aventura común y la comunicación básica con los otros es a través de la palabra. La palabra es uno de esos pocos lugares donde la palabra no fracasa. Los otros serían el amor y la amistad. Y en estos también la palabra es celebración y coincidencia».

Pintura contemporánea de la italiana Silvia Laveroni que se llama « A Roberto Juarroz»

Nos salvan de nuestros límites la amistad, el amor, la palabra y también la búsqueda de Dios. Pero Juarroz no busca a Dios en su frente, sino en su espalda: «Una red de mirada/mantiene unido al mundo, /no lo deja caerse. / Y aunque yo no sepa qué pasa con los ciegos/mis ojos van a apoyarse en una espalda/que puede ser de dios». Y lo aclara: «La búsqueda de Dios el algo neurálgico en mí, pero aclaro que cuando yo hablo de la espalda de Dios no me refiero a que Dios nos da la espalda, sino que cuando el Dios de frente de las religiones no nos ha servido, hay que buscar en su espalda. Hay que buscar en la espalda de las cosas que es todo el sentido de mi búsqueda, yo doy la vuelta a las cosas para buscar en su revés. ¿Cómo sentir la ausencia como si fuera presencia y cómo la presencia como la ausencia que es?». Lo dice así en su poesía vertical: «Mis ojos buscan eso/ que nos hace sacarnos los zapatos/ para ver si hay algo más sosteniéndonos debajo/o inventar un pájaro/para averiguar si existe el aire/o crear un mundo para saber si hay dios/o ponerse el sombrero/para comprobar que existimos». O así: «Tu ausencia hace llover encima de mío/ el espacio que queda entre la lluvia».

Juarroz admite la dificultad de la poesía simbólica (basada en los fundamentos) y admite que el poeta de verdad (frente al «superficial, verborrágico, insubstancial, rutinario, partidista, pedante y demagógico») sea un incomprendido, porque intentar traspasar los límites del ser humano y cruzar el abismo para penetrar en su crisis es, en definitiva, hacernos vulnerables, rozar la locura, irse cayendo verso a verso la multitud de escenarios que nos entretienen. Y nadie compra eso, nadie compra crisis, dificultad, vulnerabilidad y desazón, sin embargo, en ese revés del falso bienestar, está la verdad que, si no nos mata, nos salva: «El hombre tiene la disyuntiva de aceptar o no las reglas del juego que son las que son, hay algunos que no las aceptan y dejan el juego. La poesía está siempre cerca de suicidio o de la locura. El mundo y la vida son márgenes demasiado estrechos para la creación. Sin embargo, es probable que solo la poesía aparte de la fe, la cobardía o la inconsciencia te salven de la locura y del suicidio. Un poeta puede sufrir por sentirse un inadaptado o por una tensión creadora imposible de soportar o por un desacuerdo entre vida y poesía. Vivir en los límites es la aventura más enriquecedora, pero a veces se paga con la vida».

Roberto Juarroz, «una voz única del siglo XX» en palabras de su amigo Octavio Paz, rompió con la convención poesía = sentimiento de la sociedad de la época: «La poesía no es sólo simple conocimiento, es sabiduría, la capacidad de armonizar sentimiento y pensamiento que en nuestra sociedad se nos presenta como una dicotomía. Y no hay sabiduría sin saber descubrir en cada cosa, en cada gesto, en cada vuelta de la esquina, que cada cosa es otra cosa. Y no hay sabiduría sin infinita comprensión a quienes tienen un destino similar al nuestro, el mismo origen, el mismo fin, los mismos sueños y contradicciones, la misma falta de respuesta. Sólo cabe hallar una presencia, y eso es la poesía.»

Formado en Filosofía y Letras, acercó su poesía al pensamiento y a la ciencia, entendía que fragmentar las culturas científica y humanista produce una crisis del ser humano como unidad. Pero para él lo lógico era tan real como lo absurdo. Y estas formas de antítesis, oposición, contradicción o paradoja (así es la realidad, simbiosis de los opuestos) sólo brotan en la poesía y en el aforismo, que para él no eran géneros literarios sino «visiones». Juarroz, quizás influido por otro de sus amigos, el poeta aforista argentino Antonio Porchia, practicó el aforismo también de forma brillante. Entendía que el hombre profundo no está hecho de oposiciones binarias sino de correspondencias totalizadoras: «Así más que el Ser o no Ser de Hamlet, la cuestión profunda sería la de Ser y no Ser al mismo tiempo». Escribió 435 aforismos, a los que llamó «Fragmentos Verticales», y que resultan tan interesantes como en ocasiones conmovedores: «Lastimé una mariposa durante un sueño. Y no sé ahora cómo hacer para no soñarla de nuevo». «No nos mata morir nos mata haber nacido». «Lo visible es un adorno de lo invisible». «Pienso que en este momento nadie piensa en mí, que solo yo me pienso y que, si ahora muero, ya nadie, ni yo, me pensaría».

En suma, la poesía de Juarroz es una forma de inversión, una inversión de las cosas para encontrar en ella su realidad última. Lo absurdo, lo inexplicable, lo opuesto, el revés, el lado oscuro cuentan. Y esas sombras sólo son perceptibles mediante la creación poética. Es necesario «indagar en los nexos entre la poesía y lo imposible, la locura, el revés, el vacío, el juego, el espejo, la palabra, el amor, los límites, la irrealidad, el absurdo». «Aprender así que lo imposible/ no está un paso más allá de lo posible, / sino un paso más acá».

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