Zarpazo azteca de Isaac Fonseca en Villaseca

El novillero de Morelia corta dos orejas y plantea una sería candidatura al ‘Alfarero de Oro’ 2021

Isaac Fonseca tras cortar las dos orejas Mario Gómez

Mario Gómez Gutiérrez

La novillada de Baltasar Ibán se espera en el coso de La Sagra con ganas por los aficionados. No en vano, hacen acopio de varios trofeos a la mejor ganadería y a los mejores animales de ciclos anteriores, como atestiguan los azulejos en la pared de corrales.

Ignacio Olmos, Víctor Hernández e Isaac Fonseca componían, a priori, un cartel con argumentos suficientes para brindar una gran tarde de toros. Experiencia, novedad y frescura, que, sumado a la hoja de servicios de cada uno, no debieran generar duda de la capacidad de la terna. Y así fue.

Se fue Olmos con su destino a la espalda a postrarse de rodillas para recibir al primero. Salió abanto y, cuando lo vio, lo arrolló. El saludo fue frío, pero el calor empezó con una gran lidia de Corruco y dos buenos pares de José Otero. El pan nuestro de cada día.

El mansito encastado tuvo su faena. Entre embestidas descompuestas que se quedaban en la cadera, permitió que el moracho se gustase con pureza al natural. En las postrimerías dejó dos de los derechazos más profundos y por bajo que se han visto en la feria y ya con el toro a menos, cuando lo pudo, acabó siendo volteado. La espada no anduvo certera.

Toreó con calidad y mano baja al 4°, que iba y venía. Le faltó el puntito de transmisión y chispa de sus hermanos y la gente estaba fría. Hizo un esfuerzo cruzándose ante un animal que embestía a arreones y se tiró a matar muy de frente, cobrando una gran estocada, que le contrarrestó el manejo en el primero y recibió un derrote que le sacó el aire.

Víctor Hernández saludó con delantales muy verticales al segundo. En varas se arrancó de lejos alegre al caballo de Juan Charcos y lo hizo bien la vez que lo pusieron. Con la muleta, el alcarreño brindó importantes momentos por el pitón derecho. Además del buen trazo, procuró siempre llevarlo más allá de la cadera, pues, a pesar de las descompuestas embestidas, la movilidad y el genio provocaron el deleite de los tendidos.

Precisamente ese genio hizo complicada la labor. Volvió al pitón derecho y amarró el triunfo con el toreo de cercanías. Recordó a ciertos toreros de figura espigada y tez alargada. La espada tampoco viajó.

El 5° fue el más cuajado del encierro. Animal con brío, se quedó muy entero y la pelea que planteó a Hernández no fue para nada sencilla. Los enganchones afearon un trasteo con muletazos de gran trazo. La estocada fue muy buena, pero hubo de requerir descabello.

El público enloqueció

Fonseca recibió con una larga cambiada en el tercio al 3º, que sí fue bravo. Bravo para arrancarse desde el tercio a los medios, donde Fonseca lo esperó de rodillas para torear como algunos solamente sueñan erguidos y entre medias enjaretar una arruina, de rodillas. Toreó con suavidad, largura y temple al natural. Los olés más rotundos que se recuerdan por Villaseca. Como si de Insurgentes se tratase. Toreó de pies asentados y de toreo tremendista. Rotundo. Abrochó la faena con manoletinas sin ayuda, lo que aportó más espectacularidad a un final de faena que rubricó con una tremenda estocada. De frente y por derecho. De rápido efecto. El público enloqueció mientras el animal trataba de quitarse la muerte de encima entre los últimos estertores.

Una merecida vuelta al ruedo al novillo y dos orejas para el novillero. Paseó el doble trofeo entre el clamor de un público enloquecido y amarrado a la bandera mexicana. Miró al cielo y respiró.

En el que cerró el festejo, al ambiente festivo hubo que sumar el ambiente con el que la gente esperaba a Fonseca, que no se hizo esperar. A los sones de la jota, manejó con alegría el capote. Éste no fue como el tercero, pero, a pesar de ello, el de Morelia le hizo las cosas como si fuera bueno. Comenzó con un cambiado y luego le corrió la mano siempre bien colocado por ambos pitones, pero, a pesar de las buenas intenciones, la descomposición de las embestidas lo dificultó.

Sin duda, lo mejor fue el brindis, en el que pidió la unidad de todos los estamentos taurinos. Cabeza de privilegiado y valor del que puede llegar a lo que quiera. Lástima que se emborronó con la espada.

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