Fuensalida

Los tres hermanos en prisión por patear a dos policías locales son unos «temidos» empresarios del transporte

Un testigo de la paliza, a ABC: «Pensé que los mataban»

Uno de los imputados por la agresión salvaje a los agentes. A la derecha, el vehículo policial, al que reventaron la luna delantera y un retrovisor

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«Pensaba que los mataban». La frase es de uno de los testigos que presenció el pasado sábado la paliza salvaje que tres hermanos empresarios propinaron a dos policías locales en Fuensalida (Toledo). Los agentes se recuperan en sus casas de las lesiones físicas, principalmente en sus cabezas, aunque a sus compañeros les preocupa más las secuelas psíquicas. « Les va a marcar en su vida laboral », asegura un compañero. Porque, además de las patadas con saña y puñetazos, a uno de ellos intentaron asfixiarlo según los testigos, aunque la juez que instruye las diligencias no les imputa, de momento, la presunta autoría de un homicidio en grado de tentativa.

Los agresores están en prisión preventiva, comunicada y sin fianza, desde el lunes. La magistrada Cristina Ruiz, del Juzgado de Instrucción número 1 de Torrijos, les acusa, de manera provisional, como supuestos autores de un delito de atentado en concurso con dos delitos de lesiones, además de otro de daños. Su defensa se antoja muy complicada para esquivar esas imputaciones circunstanciales, ya que hay numerosos testigos de la paliza.

Los tres presos preventivos son empresarios del transporte de mercancías por carretera, a los que en el pueblo «se les tiene miedo desde hace muchos años». Un policía local que trabajó en Fuensalida durante una década afirma que no es la primera vez que estos hermanos agreden a agentes de los cuerpos y fuerzas de seguridad. Él recuerda un altercado muy violento con guardias civiles mientras trabajó en el pueblo.

Los hermanos son conocidos por su mote, «los Jota», y su firma comercial cuenta con una abundante flota de camiones en el polígono industrial Mariola, en el cercano municipio de Huecas. La sede social de esta empresa está a solo dos kilómetros y medio de donde atacaron brutalmente a los agentes el sábado.

Sucedió en el pub Biker Bike, en el centro urbano de esta población toledana, de unos 11.000 habitantes, que es conocida internacionalmente por sus fábricas de calzado. El pub, en la calle Ramón y Cajal, es un local tranquilo, de ambiente familiar las tardes de los fines de semana, por lo que, durante la agresión , varios niños acompañados de sus padres presenciaron parte de la paliza.

Sobre las ocho de la tarde, desde este establecimiento se avisó a la Policía local de que unos individuos estaban molestando a los clientes. «Uno de los tres hermanos iba muy 'cargado', pero no sé de qué», cuenta a ABC un testigo de la paliza, «que la tengo grabada para siempre en mi mente». Circulan dos posibles causas que habrían originado el altercado: un incidente violento con un empresario del sector o que los hermanos hubiesen molestado a grupos de mujeres.

En cualquier caso, al aviso acudieron dos agentes con una larga experiencia profesional, de entre 25 y 30 años. El que menos tiempo lleva en Fuensalida se quedó en la calle mientras su compañero, que conoce la trayectoria de «los Jota» y su agresividad, entró para averiguar qué había sucedido, según varios testimonios recogidos por este periódico.

«Mala gente»

Para entonces, en el pub solo quedaba uno de los tres hermanos, el que vestía una camiseta naranja, según el testigo. Los otros dos habían salido instantes antes amenazando y amagando con dar golpes a algunos de los clientes.

«El policía preguntaba por la identidad de los autores del altercado, pero nadie decía nada porque en el pueblo todos conocemos a 'los Jota'; son mala gente y rencorosos», describe el testigo, quien cuenta que el agente sacó a la fuerza a la calle al hermano «porque estaba vacilón». Volvieron sus dos hermanos y, entre los tres, comenzaron a golpear y patear a los policías, aprovechando que uno de los agentes había caído al suelo y luego el otro.

Mientras en el interior cerraban las puertas y echaban el cierre «porque había niños dentro», los tres agresores alternaban los golpes y las patadas a uno y a otro agente, que estaban tirados en el suelo y separados por apenas un metro de distancia.

La paliza duró varios minutos, un tiempo que el testigo no sabe precisar. «Pensaba que los mataban», recuerda. Un agente sangró por la cabeza, «yo le vi un agujero», y el otro recibió con tal virulencia una patada que le quedó marcada en la frente la bota de uno de sus agresores, que no tuvieron compasión por ellos.

No desenfundaron su arma reglamentaria

Clientes y vecinos de los alrededores llamaron por teléfono a la Policia local y a la Guardia Civil, que tardaron unos minutos en llegar. En ese «callejón sin salida», unos hombres (dos o tres, según la fuente) lograron quitar de encima de los agentes a los tres agresores, lo que permitió a uno de los polícias ponerse en pie y ayudar a su compañero, según el testigo.

Los agentes, que no desenfundaron su arma reglamentaria, se refugiaron en un coche particular que pasaba en ese momento. Su conductor los llevó al centro de salud, a 300 metros del pub, desde donde fueron trasladados al hospital Virgen de la Salud de Toledo por la virulencia y los efectos de la paliza.

Con los agentes fuera de la escena, la espiral de violencia de los agresores se trasladó al coche oficial con el que los policías llegaron al pub. Lo abollaron, rompieron la luna delantera y un retrovisor, entre otros desperfectos. Los tres hermanos huyeron, aunque uno regresó por unos instantes. Finalmente, la Guardia Civil los detuvo más tarde.

Los dos policías, de baja laboral, están en sus casas. Uno de ellos, al que intentaron asfixiar según los testigos, tiene un fuerte golpe en la cabeza, como su compañero. Este, además, tiene el tabique nasal fracturado y la marca de una bota en su frente. «Si el golpe es unos centímetros más abajo, le aplasta la cara», asegura Juan Pedro Rodríguez Montoro, secretario regional del Sindicato Profesional de Policías Locales (SPPL) de Castilla-La Mancha. «De este tipo de situaciones no se sale bien anímicamente; les va a marcar su vida laboral», sentencia Rodríguez Montoro.

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