Un matrimonio nonagenario sobrevive a un incendio gracias al guardia civil Gonzalo: «Los salvé 'in extremis'»
Julián y Juana estuvieron a merced de las llamas provocadas por una secadora de ropa en una cocina de Quero
«Gonzalo fue el ángel de la guarda», dice Juliana, la hija que cuida de ellos
«Su hija está muy agradecida porque sus padres están vivos por minutos; les salvé la vida 'in extremis'». Julián, de 91 años, y Juana, 90, volvieron a nacer este martes gracias a Gonzalo Simón , un cabo de la Guardia Civil que está al frente del puesto de Quero (Toledo). En esta población manchega de poco más de mil habitantes, la intervención del agente salvó la vida del matrimonio de nonagenarios, que estuvieron a merced de un incendio provocado por una secadora de ropa en una cocina. «Fue el ángel de la guarda», dice Juliana, la hija de 64 años que cuida de sus padres, a los que Gonzalo ha visitado esta tarde.
Los hechos se desencadenaron sobre las doce y cuarto de la mañana. Gonzalo estaba trabajando en las oficinas del puesto. «Por nuestro sistema de transmisiones, oí que el COS [la Central Operativa de Servicios] estaba pidiendo una patrulla porque había un incendio en Quero. No sabía si había gente o no en el interior. El caso es que subí en mi coche particular, porque el oficial lo tenía que sacar del garaje, y me fui al aviso», cuenta a ABC el agente, de 35 años y que lleva 14 en la Guardia Civil.
Gonzalo recorrió los 700 metros que separan el cuartel del número 3 de la calle Botica Vieja, donde se encontró a Juliana, la hija que vive con sus padres, impedidos, en esa casa. «Me contó que se había originado un fuego por la secadora y que, cuando salió a la calle a pedir auxilio, se le cerró la puerta con las llaves por dentro».
Las llamas saltaron a la caldera y al depósito de gasoil, con lo que el humo se propagó rápidamente por la vivienda. «Los vecinos y una empleada de Correos intentaban abrir la puerta a patadas, pero no podían. Llegué yo y di a la puerta con el hombro, pero nada». Entonces decidió buscar otro acceso, pero fue inútil. «Volví a la puerta principal y no sé las patadas que le daría, el caso es que la abrí». Entró corriendo en una casa que no conocía; con la linterna en una mano y el otro brazo estirado porque había mucho humo negro. A la izquierda vio dos habitaciones contiguas donde estaban los ancianos, cada uno inmóvil en una cama en dormitorio. «Abrí ventanas para que se ventilara y Marta, la médico del consultorio de Quero, entró para ayudarme a sacarlos en sus sillas de rueda. La mujer despertó enseguida; pero el hombre no reaccionaba y tardó un poco en despertar».
«No podíamos respirar»
A Julián lo tuvieron que sacar en pañales y arroparlo con una manta mientras personal del ayuntamiento ya había acudido con extintores. «Pero dentro había muchísimo humo y no podíamos respirar. Descárgabamos un extintor y salíamos. En una de ésas, intenté meterme por la cochera. Después de dos o tres intentos, conseguí abrir la portada y hubo más ventilación». Luego llegaron los bomberos, que apagaron las llamas de esta odisea, y Gonzalo se acercó al consultorio médico para ser atendido por la inhalación de humo.
«Es la segunda intervención parecida en la que rescato a personas en un incendio. La primera fue en Quintanar de la Orden hace años», recuerda el agente, que esta tarde ha vuelto al trabajo.
El matrimonio y su hija ya han vuelto a la vivienda, que es muy grande y tiene más habitaciones, aunque está sin luz y sin agua. Pero con la felicidad de que Julián y Juana siguen vivos. «Gonzalo fue el ángel de la guarda», repite su hija.