María, la más longeva de una familia centenaria, fallece a los 109 años

Fue profesora de español en un instituto de monjas de Toulouse, adonde se exilió tras la Guerra Civil

MANUEL MORENO

En la residencia de ancianos Virgen de la Blanca de Nambroca, donde María Paula Montero Rodelgo vivía desde 2004, le estaban preparando una fiesta para el 15 de enero de 2016. Ese día cumpliría 110 años. Pero la más pequeña de una familia centenaria murió el 6 de diciembre. María había nacido en 1906 y fue la última de tres hermanos: Antonio , el mayor, y Rosa , la mediana, a los que siempre estuvo muy unida sentimentalmente.

En 1939, después de la Guerra Civil, María se exilió al sur de Francia. Concretamente a la zona de Toulouse, donde impartió clases de español en un instituto de monjas. En la «Ciutat Mondina» convivió con sus dos hermanos y la esposa del mayor, Adelina. Lo cuentan Sandrine Montero y su padre, Andrés , sobrino de la centenaria, que regresarán a Francia este sábado tras pasar unos días en Toledo debido al fallecimiento de su querida tía.

María se casó en 1951 con Mariano Callavé , otro español refugiado en Toulouse. El matrimonio regresó a España en la década de los años 60 y María trabajó en Madrid para la censura franquista hasta 1976. Para entonces ella había enviudado, ya que un año antes falleció Mariano, con quien María no tuvo hijos.

«Era una campeona»

Los tres hermanos se trasladaron a Toledo en distintas fechas. El mayor, Antonio, vivió con su mujer en la calle de Chile hasta que Adelina falleció en 1984. Rosa y María, que compartían piso en la calle de Lisboa, se trasladaron a la vivienda de su hermano tras la muerte de su esposa. Tiempo después, María se quedó sola tras el fallecimiento de Antonio a los 99 años y Rosa a los 101. Se trata de una familia centenaria, ya que el padre de los tres murió a los 103 años (si bien la madre perdió la vida muy joven, a los 36).

María Paula Montero Rodelgo

Cuando murieron sus hermanos, María ingresó en la residencia Virgen de la Blanca de Nambroca , un geriátrico con 170 plazas donde la recuerdan con mucho cariño. «Ha sido una persona especial para todos», cuenta una trabajadora, que rememora una excursión a las Lagunas de Ruidera (Ciudad Real) hace ocho años, poco después de comenzar a trabajar en esta residencia. «María caminó de mi brazo durante un kilómetro y medio, algo que me llamó la atención en una persona tan mayor. Estaba hecha una campeona», afirma la empleada.

María participó en todas salidas que se organizaron hasta que su salud se lo permitió. El año pasado, por ejemplo, no se perdió ni Farcama ni la exposición del Greco. También se entretenía mucho con juegos de azar, como el bingo, o en los talleres de memoria, en los que logró varios diplomas. Incluso la vida de María quedó plasmada en un artículo publicado en «Sosiego» , la revista que editaba el centro.

A pesar de su longeva edad, seguía teniendo su carácter. «Me regañaba porque yo no hablaba bien español», recuerda su sobrino, Andrés, quien se expresa mejor en francés.

María sabía que le estaban preparando una fiesta con motivo de sus 110 años. Preguntaba quién iba a asistir para avisarle con tiempo suficiente. Pero María no llegó a su celebración de cumpleaños. Sus restos descansan ya en el cementerio de Toledo junto a Rosa, Antonio y Adelina.

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