Antonio Illán Illán

La vigencia de una forma de ser

«Sócrates. Juicio y muerte de un ciudadano» fue representado en el auditorio El Greco de Toledo

José María Pou Jero Morales

Título: Sócrates . Juicio y muerte de un ciudadano . Autor: Mario Gas y Alberto Iglesias . Dirección: Mario Gas . Intérpretes: José María Pou, Carles Canut, Amparo Pamplona, Pep Molina, Alberto Iglesias, Ramon Pujol y Guillem Motos . Escenografía: Paco Azorín . Iluminación: Txema Orriols . Producción: Amparo Martínez .

Sócrates. Juicio y muerte de un ciudadano es un texto muy bien articulado por Mario Gas y Alberto Iglesias a partir básicamente de los Diálogos de Platón y otros textos de Diógenes Laercio, en los que se habla de la vida y la filosofía de Sócrates. Esta dramaturgia, en la que sobresale la figura de José María Pou, va más allá de la pura narración del juicio, la sentencia y la muerte de uno de los filósofos y pensadores más importantes de la historia de la filosofía universal. La obra, por un lado, es una reflexión sobre el conocimiento, la coherencia, la justicia y la moralidad social y, muy especialmente, un azote al estado corrupto de los poderes públicos, por muy demócratas que se declaren, y una condena a la toma de decisiones injustas. Y, por otro lado, es el retrato del individuo coherente y honrado, que sigue a ultranza sus creencias y opiniones, hasta llegar, por insidias, a asumir su propia muerte a sabiendas de que es injusta. Pero la coherencia es esto. Él dice que ha jurado respetar las leyes que Atenas se ha dado para convivir y, si esas leyes le condenan a muerte, tiene que obedecerlas o, por el contrario, le haría un flaco favor a la democracia.

La lección que Sócrates nos da, y que Pou transmite tan perfectamente como si fuera el mismo filósofo griego, es la búsqueda de la verdad, su indagación, mediante el diálogo, sobre la moral, la honestidad, la justicia y el conocimiento del hombre, y todo ello convierte al intelectual en un ser singular y, por supuesto, en un ser peligroso para cualquier tipo de hipocresía, ya sea individual, colectiva, o incluso estatal y democrática (no siempre la opinión de la mayoría es la más cercana a la verdad). Esto es tan válido para el tiempo de Sócrates como para la sociedad actual .

Sócrates hace más de dos mil cuatrocientos años dijo: “Avergonzaos de no pensar en otra cosa más que en acumular riquezas, en adquirir créditos y honores y en despreciar los tesoros de la verdad y la sabiduría. No me cansaré de deciros que la honestidad no viene de las riquezas sino por el contrario: las riquezas vienen de la honestidad y es de la honestidad de donde nacen todos los demás bienes públicos y particulares". En boca de Pou, Sócrates se hace pura actualidad, no hay nada más que mirar los periódicos de cualquier día para verificar que lo que criticaba el filósofo en Atenas lo podemos hacer hoy perfectamente en España. Es un hombre justo que habla desde la ética y la practicaba con los pies en el suelo (sus últimas palabras antes de morir son para recordar a un amigo que no se olvidara de pagar una pequeña deuda doméstica, un gallo que le debía a Asclepio). Sócrates se muestra como el hombre que se pone en cuestión permanentemente y que reconoce sus defectos : desordenado, desprendido en demasía, no se preocupa suficientemente de las necesidades de su familia. En este sentido, es muy interesante y efectista la escena en la que Amparo Pamplona, en el papel de Xantipa, la mujer del filósofo, juzga con detalle a su marido.

La palabra como búsqueda de la verdad

Lo expresado son solo algunas ideas de lo mucho que ofrece Sócrates. Juicio y muerte de un ciudadano. Es demoledora la crítica que se hace a la partitocracia o al hecho de que no se quiera convencer al otro, solo imponerle y, cómo no, la desgarrada ambición y codicia frente a la honestidad. Si dijera que la obra se puede ver hoy solo en clave política, no mentiría. Es una obra y una dramaturgia esencialmente política. ¡Y bienvenido sea.

La sobria puesta en escena, un ágora, pone en primer plano la palabra como búsqueda de la verdad y el raciocinio humano. El concepto de espacio sonoro es interesante, aunque en el recinto del Palacio El Greco ha sonado en ocasiones distorsionado y en otras con excesivo volumen. El vestuario, acertado; sencillo pero capaz de añadir una belleza plástica y visual al espectáculo y con la función de acercarnos la historia y hacer más creíbles los personajes, pero sin caer en la literalidad historicista.

La interpretación coral es excelente, si bien sobresale José María Pou, porque es un personaje que pareciera dibujado para él; y también hay que destacar el genio de Carles Canut y el maravilloso contrapunto que nos ofrece Amparo Pamplona, como la mujer de Sócrates, un acierto en la obra, ya que supone el contraste de lo cotidiano con el mayestático del marido.

La dirección de Mario Gas ha estado en la línea dominar todos los efectos y los movimientos equilibrados y el control de los más mínimos detalles, como el que el protagonista se toque la cabeza se rasque las piernas o se lave brazos y pies, o el más conceptual de no presentarnos a Sócrates en el momento de beber la cicuta.

El público en pie despidió a los actores con repetidas salvas de merecidos aplausos .

Con este espectáculo se termina la excelente temporada que ha programado el Teatro de Rojas. Esperemos que siga así y, además, les doy la idea de que creen una escuela de espectadores para enseñar las normas básicas de asistencia a un teatro, al que se debe ir sin móvil o con el móvil apagado y guardado, sin caramelos ruidosos y habiendo tomado antitusígenos a litros. En esta obra, hasta en dos ocasiones, José María Pou tuvo que parar su texto y avisar de que estas cosas no solo molestan a los vecinos de localidad, sino que distraen a los actores que tienen que estar concentrados en el escenario.

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